Recuerdo cuando detuvieron a Roldán, hace unos cuantos años. Interviú publicó unas fotos en exclusiva donde aparecía en una orgía. En una de las imágenes, sostenía una cucaracha hinchable en sus manos y se le notaba contento. ¡Vaya risas nos echamos en la radio! Luego lo trincaron, le cayeron treinta y un años por llevarse los millones que, según él, tiene otro. Claro. Como que va a decir dónde los tiene.
Roldán representaba lo más cutre de la cultura del pelotazo. Un grano que le salió al PSOE y del que todos han querido renegar. Lo que no entiendo, así las cosas, es como se le invita a un programa de televisión. Como se le paga para que no diga nada, solo por el mero hecho de tenerlo allí sentado, recibiendo por todos lados, con sus dientes amarillos y su cara de «me arrepiento, pero solo un poco».
La noche del viernes no fue una noche de periodismo. Que no nos vendan la moto. Fue una noche de espectáculo bochornoso en una España presuntamente moderna. Y espera que ahora viene Julián Muñoz. Habrá que decir algo esta noche.