Los perros llevan su condición de «mejor amigo» hasta el extremo. Esperan pacientemente a que sus dueños se tomen una cerveza atados a una tubería. No parecen intranquilos ni nerviosos. Solamente esperan. Yo no tengo ningún amigo al que le pueda decir: «Mira, vamos a dar una vuelta y ahora te vas a esperar aquí, a la intemperie, mientras yo entro en el bar». Sencillamente aguarda con paciencia el reencuentro y, cuando éste se produzca, moverá la cola en señal de alegría como la primera vez. Si esto no es fidelidad, apaga y vámonos.
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