Los que me conocen bien, entienden el significado especial del pasado programa número 400. Saben que Francino es uno de mis mejores amigos y que en el año 1982 abrió la puerta de una emisora en Reus y dijo: «Tira padentro». Ahí empezó todo. Carlos ha sido siempre un reflejo para mí y su éxito en la SER es una de mis mejores satisfacciones.
Es el triunfo de la profesionalidad, la regularidad, la lucha permanente por unos valores y una manera de entender la comunicación. Francino es un «espejo» de cincuenta años (bien llevados) y, tenerlo a mi lado, con motivo de nuestro aniversario, fue un gustazo. Nos emocionámos los dos. Creo que conseguimos abrir nuestros corazones sin demasiada pontificación, con anécdotas, un sentido crítico y mucha, mucha satisfacción. Porque lo de la tele es aguantar y en eso seguimos.
¿Por qué cuento los programas de la anterior etapa? Porque es el mismo. Quizás mejor, más maduro. Porque sigo haciendo exactamente lo mismo, durmiendo poco, descubriendo talentos a mi lado y arremangándome con el fabuloso equipo. Tampoco me he cambiado el apellido, ni el cerebro, ni me operado de la vista. Sigo en el mismo plató, en la misma ciudad. Solo cambia la cadena. Y ahora me siento en casa.