Este debería ser un mandamiento grabado a fuego en todas nuestras mentes e incluso me atrevería a decir que también en nuestras almas. El horror nazi es lo peor que ha perpetrado la condición humana. Una pesadilla sin parangón que arrastraremos en nuestra conciencia hasta el fin de los tiempos porque, como ya se ha dicho hasta la saciedad, no hay que olvidarlo ni un día para que no vuelva a repetirse. Por eso, me producen asco e irritación todos aquellos que utilizan el concepto nazi para aplicarlo a la situación actual. Eso es de una ligereza ofensiva, de una temeridad irresponsable que debería hacerles caer la cara de vergüenza.
Cuando el ex alcalde de La Coruña y ex embajador Paco Vázquez comparó a los niños que hablan castellano en Cataluña con los judíos perseguidos por los asesinos nazis, pensé que no nos merecemos esa maléfica equiparación. El mero hecho de plantearla debería ser un delito. Esa sí es una ley que podría aplicarse, en lugar de marear y recular con la legislación vigente, según planea Gallardón. Son muchos los que se llevan el nazismo a la boca sin pensarlo dos veces. Diarios (eso dicen ellos) incluidos. Por ahí, no. Por ahí sí que no. Debatamos hasta hartarnos. Discutamos encarnizadamente. Discrepemos hasta el divorcio si hace falta. Pero, por favor, dejemos las puertas del infierno nazi bien cerradas. Por respeto a la memoria de los que murieron. Hasta seis millones. ¿No es mucho pedir, no?
«El Berenjenal» en Interviú.