Salen a la luz, las últimas fotos de Diana antes de estrellar su coche en un túnel de París. Me parece denigrante que todavía, a estas alturas, se siga especulando sobre si el chófer había bebido una o dos copas. Como si no quedara claro el acoso de los paparazzis carroñeros que perseguían (como siempre) a la mujer que convirtieron en icono, que machacaron hasta la saciedad. Era una noche más de huida. Pero, en esta ocasión, acabó en tragedia.
La muerte de la princesa perseguida, marca el punto más alto del infraperiodismo. Hasta el parlamento de Bruselas se pronunció aquellos días al respecto, pidiendo a todos los medios de comunicación que revisarán su estilo deshumanizado y destructivo de la intimidad. Les pidió que se ciñeran a unos códigos éticos, que no todo vale por obtener una foto. Naturalmente, fue como pedirle algo a una pared. Un clamor en el desierto. La prensa no sólo evitó hacer autocrítica (nunca la hace), si no que arreció y recrudeció sus estrategias. No hay sentimientos. Sólo hay pasta. Las fortunas que pagan por las fotos y las ínfimas multas que les ponen a los que se pasan de la raya. Diana de Gales murió y no aprendimos nada. Como siempre. Y , encima, van a intentar dejar como un borracho al chófer. Peor imposible.
Paparazzis culpables
Viernes, 5 de octubre de 2007