Este artículo lleva banda sonora: «Bridge over troubled water» (Simon and Garfunkel). No puedo entender que todavía andemos con lo de los «puentes» en el calendario. Cada vez que lo comento me miran con cierto odio. Como pensando: «Ya habló el insensible, la gente merece descansar y él solo piensa en trabajar». Los que piensan en trabajar son los casi seis millones de parados. No piensan, no. Sueñan. Lo siento, pero es superior a mí. Creo que no podemos descansar hasta que todo este marrón en el que estamos instalados dé una cierta muestra de recuperación. Y no hablo de brotes verdes tramposos, ni de índices manipulados de crecimiento, ni de trabajar más y cobrar menos como dejó sentenciado el listo de Díaz Ferrán.
Soy un sufridor nato. Siempre lo fui. Tengo una empresa, como miles, que intenta subir río arriba como los salmones contra la corriente fría y enfurecida de una realidad encabronada. A veces pienso que nos fallará el músculo para saltar y saltar contra esa corriente obstinada. Pero al día siguiente me animo, y vuelta a empezar. Salmones somos todos y sobre ese río revuelto instalamos puentes para descansar. Perdonen, pero no me encaja. Y luego vendrá la Navidad y el convencimiento general de que «a partir del 20 de diciembre, olvídate. Ya será hasta después de Reyes…». O sea, hasta mediados de enero. Cuando oigo eso, aprieto mis aletas y pienso: «Venga, tira, tira». Y así acabará este año, mayas aparte. ¡Buf!
«El Berenjenal» en Interviú.