Rosalía

Jueves, 8 de noviembre de 2018

Rosalía ya es un estrella y mi impresión es que se lo merece. Tiene un buen proyecto que incluye muchas cosas. Buenas letras (apoyadas en una actitud desacomplejada de empoderamiento y orgullo femenino), raíces flamencas que respeta, revisa, conoce y homenajea (lo del ‘apropiamiento’ cultural es algo que se me escapa, que no entiendo. Me encanta cuando dice: «la música no tiene dueño»), ha conseguido definir un personaje artístico desde el escenario y, sobre todo, es muy lista. De ahí todo el anterior.

Sabe que hay que saber contar bien lo que se lleva entre manos, lo que sale del alma y se ha convertido en producto, sabe que hay que trabajar más de lo esperado y empujar y empujar contra viento y marea. El viento es la pasión que envuelve todo lo que hace, como una fiebre colectiva que no puede achicharrarte. El pelotazo global, las ofertas constantes, la demanda, el trampolín que nunca acaba. La marea es esa manía nuestra, tan de aquí, de desconfiar, recelar, criticar y envidiar. Como si el éxito ajeno nos incomodara. En lugar de disfrutar del despegue de la catalana, nos coge por sentirnos cansados de «tanta Rosalía». ¿Cansados de qué? ¿De que le vaya bien?

Vino al programa y confirmé lo que me imaginaba: no es solo un fenómeno, es mucho más. Escuchando como habla lo tienes muy claro. Charlé un rato con ella y le pedí que disfrutara, que se blindara de lo ajeno para proteger lo propio que es lo autentico, lo único importante. Le regalé un dibujito mío para que nunca se olvidé de sobrevolar. Y sonrío. Misión cumplida.