Recuerdo que, cuando empezó el programa «Aquí hay tomate», nos caía bien a todos. Era una entrada de aire fresco en el manoseado mundo del corazón. Luego la cosa se torció porque pasaron a ser jueces y forenses de esa legión de famosetes que, en el fondo, no hacen daño a nadie. Tienen montado su negocio, van de tele en tele, salen en las revistas, se inventan polémicas, exprimen su vida privada, pero no hacen daño a nadie. Los ves venir. Puedes seguirlo o no.
Pero el tomate se llenó de bilis y mala leche y, encima, se las dio de periodismo de investigación y hasta le entró una curiosa dignidad que los precipitó en el cabreo. A partir de ese momento empezaron a caer mal. No puedes restregarte en una ciénaga, esperando que no se manche tu ropa. Yo soy pesimista al respecto. Pienso que, tarde o temprano, aparecerá un programa similar o peor, porque es bien sabido que el ser humano involuciona, no escarmienta y se entretiene con los problemas de los demás.
Se acabó el ‘tomate’
Lunes, 4 de febrero de 2008