Ahora trabajo de noche. Cuando la ciudad se acuesta, nosotros empezamos. Cada tarde conduzco contra el sol como pretendiendo alcanzarlo, pero no. El sol se va, me brinda ese espectáculo impresionante de su huida, ese incendio del cielo, y yo me meto en una nave industrial que llamamos «plató». Pero es una nave y está en un polígono. Esas zonas sin alma. Por extraño que parezca, con todos estos condicionantes, nos lo pasamos muy bien. Reímos, nos inventamos mil chorradas y tratamos de ganarnos la vida con eso. Así cada tarde, cada noche.
«Fotodiario» en El Periódico