Mikel Urmeneta me gusta porque siempre me sorprende. Es un ser lúdico, pasional, artístico y provocador. Un tío muy grande con una alma libre y una cabeza llena de maravillosos chorlitos.
Juan Cruz, periodista y amigo común, me pidió una definición para su diario. Le dije que era «el último rey de Navarra que vive voluntariamente en el exilio». Ese «exilio» es Nueva York, su paradoja espacio tiempo, desde donde lo controla todo, lo piensa todo, lo retrata y lo vive todo.
La última locura es una pieza inclasificable llamada «Kukuxumutxu relocated» y puede vivirse en la galería Moisés Pérez de Albéniz de su Pamplona natal. ¿De qué se trata? Pues es muy fácil. Urmeneta ha trasladado su empresa de diseño a la galería durante dos meses. Veintidós trabajadores, horario de oficina, cámaras y micrófonos a disposición de los visitantes y también on line.
¿Qué? ¿Alucinante, raro, diferente? ¿A qué cuesta de definir? Pues así es Urmeneta y lo que propone. En estos tiempos de corrección, de miedo, de falta de recursos, de riesgos raquíticos, de miradas estrechas, resulta gratificante que Mikel siga haciendo de las suyas. Y que siga así, por muchos años…