Tal como está la situación, no sería mala idea que nos planteáramos unas vacaciones que consistirían en mirar el mar todo el rato. Esta familia de turistas ya lo ha puesto en práctica en Menorca. El mar nunca decepciona. Hay algunos (los «marescépticos») que lo consideran repetitivo y sobrevalorado. Recuerdo, por ejemplo, una canción del gran Javier Krahe en la que dice: «Mirar el mar. Qué redundancia, con esas olas dándose importancia». Quizás tenga razón, pero no me negarán que es un espectáculo soberbio, libre, con música de fondo y una verdadera orgía de tonos azules. Y lo más importante: de momento es gratuito, aunque será mejor no dar ideas. Mirar el mar te lava la cara con su aire salado, te despeina hasta las malas ideas y terminas como nuevo. Yo lo dejo ahí.
«Fotodiario» en El Periódico