Entro en un bar a las ocho de la mañana para beberme cuatro cafés. Lo que sea para despertar. Me recibe una acalorada discusión entre clientes. Todos a grito pelado. Bueno, en realidad no es ninguna discusión porque están todos de acuerdo. Se trata de una, digamos, exposición airada de argumentos. Una rajada matinal, vamos. «Decían que iban a arreglarlo todo y ¿qué han hecho, eh? ¡Decidme qué han hecho!», pregunta retóricamente un señor mayor, blandiendo su muleta. «Se han arreglado ellos. Para nosotros, nada de nada», remata un agricultor, bocata en mano. «Como siempre», remacha otro. Sube el tono: «¡¡¡Ladrones!!!». «Eso, eso, ¡¡¡ladrones!!!». Recuerdo que son las ocho de la mañana y el propietario del bar me mira como diciendo: «Pues así todo el día y esto solo acaba de empezar».
Salgo del hemiciclo e intento encarar el día. Hace mucho tiempo se definía al español medio como un hombre bajito, moreno y cabreado. Yo diría que hemos vuelto a la antigua definición y por la puerta grande. Lo de bajitos es el peso de la paciencia que cargamos y morenos… bueno, estamos negros con la situación. Resumiendo: todos cabreados y todo el rato. A la que nos pinchan un poco.
P.D.: el tema de conversación era «el Gobierno actual», pero tiene múltiples aplicaciones. Prueben y verán.
«El Berenjenal» en Interviú.