Belén Esteban es infinita

Lunes, 14 de septiembre de 2009

Belén Esteban es como las estrellas: su luz se apagó hace millones de años (si es que alguna vez la tuvo), pero sigue llegando a nosotros a través de la televisión. Yo he llegado a la conclusión de que es infinita. Ya no ella, sino aquellos que estrujan el fenómeno más barato, hinchado, vacío, vergonzoso, repetitivo y estéril que se ha visto y se verá en muchos años. Nunca creí que una chica de barrio, de vocabulario limitado y biografía de folletín de segunda, pudiera reportar tantos minutos de pantalla. El fenómeno es tan persistente y pegajoso que hasta genera algo así como una fascinación. Pero no es verdad. Es un espejismo catódico. Es pura reiteración hasta el hartazgo, con lo que, de tanto verla, piensas que puede interesarte.

A mi no me interesa lo más absoluto. Ni ella, ni su niña, ni su madre, ni el torero, ni su suegra, ni los que se autoproclaman periodistas revoloteando a su alrededor con ese supuesto aire de investigadores, ni nada que recuerde a sus ojeras o a sus gafas de soldadora. Y hablo también como cómico. Los chistes con alusiones a la madrileña despechada, van directos a la papelera por sobados y previsibles. Cada vez me gusta menos teorizar sobre la tele. Cada uno hace lo que quiere y allá cada cual con sus conciencias. Los que tengan, claro.

Aún así, las consecuencias de la desertización de contenidos interesantes a la que han sometido la tele los corrales televisados que todos conocemos, están produciendo un cambio climático que ríete tú de la capa de ozono. Tanta Belén Esteban (y otros submundos también paralelos y fétidos) en programas choriceros, está expulsando a los guionistas de la tele. Guionistas y gente con arte, ideas y ganas de comunicar. Te vienen a la productora, gente joven con aires renovadores y lo primero que les das es una máscara de gas. Por suerte, nos quedan espacios protegidos, donde nos empeñamos en hacer algo que no huela a reciclaje.

Llegará un día que vendrán a visitarnos y nos tirarán cacahuetes diciendo: «pobrecitos, ahí están con sus cositas, entrevistando a escritores, actores y músicos. ¡Míralos!». Y nosotros, desnudos, barbudos, montados en neumáticos y enarbolando plátanos de canarias, chillaremos cada vez que nos pongan una imagen de Belén en la televisión. Porque, por supuesto, al ser infinita, ella seguirá explicando sus memeces, llorando, riendo o las dos cosas a la vez. Te estoy hablando ya del año 2045.

Belén Esteban es infinita

Famosos sin dieta

Domingo, 13 de septiembre de 2009

Los que damos la cara en nuestro trabajo, andamos siempre de dieta. Bueno, yo al menos sí. Puedo asegurar que si no me cuidara, pesaría 385 kilos, porque debo tener averiada la sensación de saciedad y me comería treinta y dos platos de macarrones. Si me gusta ¿por qué parar? Me consta que a mi perro Mèl, le pasa lo mismo. Todavía no salgo de mi asombro, tras descubrir una página en las que un gracioso se ha dedicado a fantasear con el aspecto de los famosos de Hollywood, en el caso de que pasaran de todo y se comieran un buffet libre. El resultado es aterrador.
Famosos sin dieta
Famosos sin dieta
Famosos sin dieta
Famosos sin dieta
Famosos sin dieta

Los documentales provocan somnolencia

Viernes, 11 de septiembre de 2009

Lo sabemos, lo aceptamos e incluso nos da placer. Los documentales de animales en televisión tienen el poder de adormecernos suavemente hasta conseguir que nuestras siestas tengan la naturaleza y sus bichos como banda sonora.

Lo que yo no sabía es que los documentales de animales pueden hacer dormir a los propios animales. Aquí está la prueba. En la televisión: el temible tiburón blanco. En el sofá…

Losing my pelo

Miércoles, 9 de septiembre de 2009

Otro parecido irrazonable. Si José María Iñigo se adelgazara 72 kilos, aprendiera a cantar en inglés y a componer himnos generacionales de los años 90, sería clavado al mítico Michael Stipe de REM. El norteamericano de mirada lánguida, desde que perdió su pelo, va probando diversos aspectos. Un día se dejó crecer el bigote.

Losing my pelo

Intercambio

Martes, 8 de septiembre de 2009

El amigo de un amigo me dejó su casa durante unos días, situada cerca del mar. Dejar tu casa es un acto de generosidad que no todo el mundo sabe o está dispuesto a hacer. Y, además, no quería cobrarme. Pensé que podía pintar alguna cosa y regalársela como símbolo de agradecimiento. Encontré una completísima tienda de bellas artes y me hice con todo lo necesario. Decidí que lo haría todo con acrílicos.

Monté mi chiringuito y la inspiración hizo el resto. Alguien me dijo: «podrías establecerlo como un intercambio. Te dejan la casa y tú les pintas una obra». Oye, pues no está mal visto…

Intercambio #1
Intercambio #2
Intercambio #3

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