Crisis, crisis y más crisis

Lunes, 20 de octubre de 2008

A una crisis como la que vivimos, no se llega por un solo camino, ni hay un solo culpable. Vamos a recibir todos (espero que un poco menos de lo que dicen los catastrofistas), pero unos cuantos se lo han «currado» durante muchos años para que ahora andemos acojonados.
Por lo que he ido procesando en mi limitada cabeza, estamos ante el estallido de un capitalismo que se ha hinchado mucho más de lo que puede soportar. El fin de un sistema. Por eso, ahora los grandes líderes dicen que tenemos que repensar el futuro y aprender de lo vivido. Sería la primera vez que esto sucede. Sabemos que el ser humano no aprende de sus errores. Hasta el mismísimo Bush, que va a estar jodiendo hasta el día que se vaya, propone una cumbre mundial en Estados Unidos, para hablar de la hecatombe financiera. ¿En Estados Unidos? ¡Pero si ellos son unos de los máximos culpables! Han propagado lo de las hipotecas basura, viciando y ensuciando medio mundo y se han metido en una guerra que casi se les carga el producto interior bruto, disparando el precio del petróleo una vez más… Y ahora quieren que vayamos allí para hablar. ¡Como Sarkozy no puede parar quieto!

Habrá que ir, pero yo lo haría con una de esas manos gigantes de espuma que llevan los fans del beisbol, para darle collejas hasta que el cuerpo aguante. Habrá que decirles alto y claro que los caprichos americanos, sus desmanes y arrogancias, nos afectan a todos. Y que ya está bien. Y luego habrá que ir a poner una vela a la iglesia más próxima para que Obama no nos salga rana y aplique sentido común a ese imperio que se resquebraja y que daña a medio mundo con sus desprendimientos. ¡Pues no le queda trabajo al de Chicago! Van a hacer falta tres Obamas para paliar un poco el páramo que deja George. ¿Cómo puede ser que todavía quieran otro republicano?

Hablando de collejas. Otras tantas, y sonoras, para banqueros y constructores españoles. Los bancos han negociado con nuestro dinero y han perdido. ¿Qué quieren ahora? Piden liquidez al gobierno (o sea pasta por un tubo), para salir del atolladero. Y venga a subir hipotecas y a sembrar de dudas el horizonte oscuro. La gente anda muerta de miedo, ante la posibilidad de perder sus ahorros. Por eso interviene el gobierno. Lo que ya sería para morirse es que encima ayudara al gremio de la construcción, que ha subido el precio del suelo y la vivienda sin orden ni control durante tantos años. (Todos veíamos que iba a acabar mal, claro). Pues no haber sucumbido ante el poder del dinero. «¡Cuánto más tenéis, mas queréis!», como dice El Follonero.

Las economías parecen algo intangible y que no va con nosotros, hasta que se derrumban como un castillo de naipes y arrastran como una riada. Ha bajado la venta de coches, la publicidad, el gasto en ocio y hasta la alegría de la gente. Hay un rictus de malestar en las caras impotentes de los que siempre hemos currado y ahora, por culpa de otros, nos vemos en problemas. De ahí a la mala leche hay un pequeño y peligroso paso. Es el momento de pedir a nuestros representantes que se ganen el sueldo. Que trabajen codo con codo para, no solo paliar, sino establecer un nuevo orden. Más justo, más solidiario, menos egoísta y avaricioso. ¿Acaso España no es un país gobernado por socialistas? Pues que se note, ¿no?

Me decía un lúcido invitado el otro día: «No pasamos una crisis solo económica. Es una crisis de valores muy profundos. Han crecido generaciones de gente sin sensibilidad que solo han estudiado para ganar dinero. A costa de lo que sea». No puede tener más razón. De aquellos neocons, estos lodos. Esa fiebre globalizadora por el oro, nos ha traído hasta aquí. Ojalá se den cuenta de que puede haber un mundo mejor. Derechas, izquierdas, centros, católicos, agnósticos o musulmanes. ¡Qué más da! El mundo pide a gritos que lo administren bien. Tan fácil como eso. ¿Aprenderemos esta vez?

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