Depende de como te sientas hoy, mírate el dibujo así, tal cual, o haz el pino delante del ordenador. De nada.
Depende
Eurochiqui
The clown
New York Times
Ayer debuté como ilustrador en el New York Times. ¡A lo grande! Gracias al apoyo de Mikel Urmeneta y de su/mi amigo Guillermo Nagore, entré en contacto con el diario más importante del mundo, hace un año. Cogí un taxi y dije: «¡Al New York Times!». Guapo, ¿no?. El taxista rompió la magia y me pidió la dirección exacta. Me recibieron, me dedicaron unos minutos y les enseñé mi trabajo. No me conocían de nada. !Bien! Luego, Guillermo me anunció que igual me pedía algo. También me preguntó: «¿Por qué lo haces?», mientras tomábamos un café en un edifició que daba vueltas, cerca de Times Square. «Es muy fácil. Me divierte».
Entregué mi trabajo la semana pasada en plena vorágine de BFN. Cuándo llegaba a casa tras el programa, en New York eran las cinco de la tarde. Primero unas muestras, luego unas propuestas y el definitivo (tras su aprobación), con sus retoques. Como diría Manquiña en Airbag : «¡Que profesionales!». El dibujito, se ha publicado en la página de las cartas de los lectores, a partir de una crónica que alertaba sobre el aumento de los suicidios en la gente de mediana edad. El tema no es la alegría de la huerta, lo sé. Lo más importante es que mi pasión por los dibujitos ha recibido un buen apoyo y lo quería compartir con vosotros.
Salir del armario…
…»artístico».
Así es como me siento, después de la inauguración de mi primera exposición junto al inefable Mikel Urmeneta. Otro sueño hecho realidad. Quien me iba a decir que después de tantos años de pintar en la intimidad y para los amigos, podría salir del armario y mostrar (con rubor, por supuesto) algo de lo que me pasa por la cabeza y por los pinceles. La verdad es que el proyecto vale la pena y justifica éste paso. Era el momento. Hell and Heaven, transmite fuerza y buen rollo. La que nos dieron todos los que acudieron el viernes a la sala Espai 2nou2, en Consell de Cent de Barcelona. «¡Qué buen ambiente hay aquí! La gente está feliz», me dijo Karlos Arguiñano. Pues, sí. Todo amigos. Sin ningún tipo de presión.
Luego nos fuimos a cenar a un sitio donde no se podía fumar y fumamos. Más tarde acabamos en otro donde no se podía hablar, ni respirar, pero bebimos y reímos. De alguna manera, aquella era nuestra cena de empresa. La ciudad era un hormiguero de gente con prisa a las dos de la mañana. Prisa por celebrar que se van de vacaciones junto a los compañeros de trabajo. Para algunos, el cielo. Para otros, el infierno. Como siempre, todo depende de uno mismo.
Nota: mi agradecimiento para los que se pasaron un ratito y quizás no pude atender y, sobretodo para
Silvia y Rosa. Sin ellas, hubiera sido imposible.