Carlos Peisojovich

Jueves, 3 de abril de 2014

Con Carlos Peisojovich en el Café Tokio de Santa Fé (Argentina). Mi primer maestro escogió el sitio para rodar la conversación. «Aquí no quiere venir ninguno de mis amigos, pero a mi me gusta». «Pues a mi también, le dije». El café es increíble. No se ha tocado nada en los últimos cincuenta años. Lo regenta una mujer de origen japonés que no quiso cobrar. Algunos hombres jugaban a billar.

Carlos Peisojovich

Orgullo fálico

Domingo, 6 de enero de 2013

A veces, los países se ponen muy masculinos (¿o sería mejor decir machistas?). A pesar de que la Argentina tiene un nombre femenino, su orgullo se concentra en un obelisco fálico y desafiante que parece plantar cara a los oscuros nubarrones que se ciernen sobre él. Pasas por debajo y piensas: «Cómo me caiga ahora el símbolo de la Argentina encima, me mata». Pero nunca pasa, por suerte.

En Barcelona, los franquistas también nos endosaron su obelisco en un cruce de avenidas, pero la gente, tan sabia con retranca, lo bautizó como «el lápiz». Un simple y sencillo lápiz. Así es cómo pasamos a ver el poderoso pene del imperio como un entrañable lápiz con el que escribir nuestra propia historia.

«Fotodiario» en El Periódico

Obelisco

Hay ranas

Miércoles, 12 de diciembre de 2012

El cartel lo deja muy claro, así que luego no vale hacerse el sorprendido una vez hemos entrado en el local. Es un rótulo honesto, que va de cara, que dice lo que hay. «Hay ranas». Estamos en la calle Corrientes de Buenos Aires y el calor aprieta en pleno mes de noviembre. Estamos en «su» verano, algo que los europeos no podemos entender aunque finjamos (en realidad, hay muchas cosas que no podemos entender, empezando por lo de «ser europeos»).

El caso es que me quedé un buen rato observando esta información. ¿Se trataba de una problema grave de humedad? ¿Habrá deshumidificadores en Argentina? El bochorno emborronaba mi pensamiento. Tardé un poco en asociar el cartel de «Hay ranas», con el del «Restaurante». ¡Claro! La especialidad de la casa son las ranas. «Qué listo soy, joder». Me pareció un poco raro, hasta que pensé que en Catalunya cocinamos caracoles. «¿Quiere entrar?», me preguntó al fin un camarero. «No, gracias. Ya he comido». Mentí.

«Fotodiario» en El Periódico

Hay ranas

Habas cocidas

Jueves, 15 de noviembre de 2012

«En todas partes cuecen habas». No sé (como tantas cosas) quién inventó este dicho popular. Pero me ha venido a la cabeza tras un viaje a Argentina que me ha permitido tomar un rápido contacto con el país. Otra vez, múltiples versiones de la realidad. Para algunos, Cristina quiere perpetuarse en el poder y está consiguiendo que Argentina «sea otra Venezuela». Son los que critican su populismo, su gestión personalista, sus comparecencias que buscan más el espectáculo y el impacto entre unos ciudadanos dependientes de las ayudas estatales, que la excelencia en una gestión política moderna, justa y bien conectada con el mundo exterior. Para otros, en cambio, Cristina es la nueva Evita. La madre «salvadora».

¿A quién te crees? No lo sé. Yo solo era un viajero de paso. Me monté en un avión y leí que Obama ganaba por la mínima en los Estados Unidos. Hay dos Estados Unidos. Como hay dos Españas (esto no es nuevo) y hay un montón de Cataluñas. En este último caso, veremos cómo se estructuran en una campaña electoral histórica. Porque aquí se cocerán un montón de habas sobre un fuego común: la voluntad de la mayoría de los catalanes de decidir su futuro sin ser considerados los más malos del planeta. Así las cosas, sobran habas y faltan buenos cocineros.

«El Berenjenal» en Interviú.

El hombre es el mejor amigo del perro

Martes, 13 de noviembre de 2012

Sí, ya sé que la frase original es al revés. Pero también funciona si cambias el orden. Y todavía más, cuando ves situaciones como esta.

Buenos Aires, Argentina. Un joven pasea dos perros. Uno de ellos decide dejar un «regalo» en la acera. Su propietario, siempre atento, recoge con una bolsita las minas anti-zapato. Así como cambias los pañales de tu hijo porque lo quieres, no se me ocurre otra explicación para este momento. Solo te recoge las cacas un amigo. Y eso, los perros, deberían saberlo.

Buenos Aires, Argentina

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