Berto Romero ha estado en Londres y me trae de regalo una postal de la Reina. ¡Mira que hay cosas bonitas en Londres! Pero, claro, Berto es Berto. Para lo bueno y para lo malo…
Regalo
Reyes de nada, bufones si nos dejan
Estuvimos en el circo para rodar un reportaje. Por entonces teníamos programa. La escena es un clásico que funciona muy bien para el público infantil. Hablamos de payasos, claro. Hay un payaso serio que intenta engatusar a otro y este otro a un tercero. «Yo te proclamo reina de las abejas», decía en un momento dado. Y le ponía una capa y una corona reparada con cinta aislante de color negro. Carreras, caídas, risas y toda la dignidad del circo que revivimos por dentro. No somos reyes de nada. Acaso bufones a la menor ocasión. Es más divertido.
«Fotodiario» en El Periódico
El poder de la risa
Es un jueves, quizás son las diez de la noche. Llevamos cuatro o cinco horas de ensayos y estamos intentando que todo vaya bien, que todo encaje, que todo tenga un sentido. De repente, nos «ataca» la risa. Ese maravilloso monstruo sin forma conocida que llega sin avisar. Un monstruo que se alimenta de surrealismo y que encuentra en el cansancio su mayor aliado. Y nos supera, nos bloquea, nos derrota…
Brotan algunas lágrimas blancas, todo se detiene, el equipo piensa «ya se les pasará». Y así sucede. La risa, además, ha desactivado los nervios, ha neutralizado la tensión y nos ha relajado. Si esto no es un milagro que baje Dios y lo vea. Bueno, no hace falta que baje Dios… a ver si nos cogerá otro ataque.
Fotos de Eva Merseguer
Peliculeros
¡Qué bien lo pasamos haciendo parodias de pelis!
Un día a la senana, Berto, un servidor y a veces Corbacho jugamos a hacer cine. Ha sido uno de los descubrimientos del nuevo programa. El reto era hacerlo casi como ellos, los originales, pero con alma de payasos. Deformando, riéndonos. Creo que nos ha salido muy decente. Muy buen trabajo también el de los compañeros de maquillaje, vestuario y realización.
Ojo que viene «Pulp fiction».
¿Cómo seríamos?
Nos propusimos imaginarnos cómo seríamos dentro de 20 años. Eso nadie puede saberlo, de acuerdo, pero las compañeras de maquillaje se acercan un poco gracias a su trabajo. No deja de ser un pequeño milagro, un espejismo del futuro que se desvanece con un simple producto limpiador. De este pequeño flash sobre nuestro devenir me quedo con tres apreciaciones: la primera es que vamos a conservar nuestro pelo, pese a que se blanqueará. Dos: después de tantos años, llevaremos las mismas gafas. Ellas nos sobrevivirán. Y tercero: se nos va a caer ligeramente el labio inferior. Esto es lo que más me molesta.
«Fotodiario» en El Periódico