La semana pasada, el verano nos enseñó su peor cara. Era como si el infierno se hubiera dejado las puertas abiertas y un calor abrasador, insolente y autoritario lo envolviera todo. Más que calor, era un horno abierto. El aire quemaba y las nubes pesaban muchas toneladas, hasta que explotaban porque no podían más y, en un intento de apagar el incendio, descargaban lluvias alocadas y peligrosas. Todo muy extremo. Quizás fuera por eso (el calor no es bueno para nuestros maltrechos cerebros) que me pareció ver a Bárcenas como el señor de las tinieblas. El puto amo, el cancerbero del averno. Lo imagino sonriente, sentado sobre cientos de papeles de contabilidad a modo de trono y, desde esa posición de oscuro privilegio carcelario, tramando su plan de venganza contra sus excompañeros de partido. Todos esos políticos que supuestamente cobraban en B y que ahora se han puesto de acuerdo en negarlo tres veces antes de que cante el gallo. Y Pedro Jota, como un Tintín mesetario, viajando a ese infierno para desenmascarar a los malos, llevándose originales en su zurrón y poniéndolos a disposición del juez. Un juez que va loco, claro, y que tiene que volver a empezar.
En general, todo parece una serie de intriga política. Un «House of cards» de lastimosa pacotilla y nefastas consecuencias para todos. Porque esto es verdad y erosiona (más si cabe) la confianza de los ciudadanía en sus representantes. El calor arreciaba, pero Mariano no sudaba. ¿Lo ha hecho alguna vez? Incluso salió una heroína, Esperanza Aguirre. La mujer que siempre vuelve cuando menos te lo esperas. Esperanza alzó la voz e hizo un discurso de esos de película al que solo le falta música de fondo. Muy poco creíble, la verdad.
Así acabó el primer capítulo de la temporada, pero me temo que habrá más. Hay uno titulado Dimisiones, sobre el que los guionistas no se ponen de acuerdo y no se sabe si se va a rodar. En España no dimite nadie, sería inédito. Pero%u2026 alguna vez tiene que ser la primera, ¿no? Seguiremos atentos a Verano Infernal, la serie. (B) Verano Infernal, con una B entre paréntesis, quizás sería más irónicamente correcto.
«El Berenjenal» en Interviú.