Mariano es sueño

Jueves, 22 de marzo de 2018

Volvió el teatro a la tele o la tele hizo como que se teatralizaba. Seguimos con nuestra tesis: las famosas frases de Mariano, que tantas alegrías nos están dando, son en realidad la obra de un clásico contemporáneo.

No es que se equivoque, es que lo que sale de su boca es pura literatura. Por eso funcionan tan bien sus ocurrencias si sustituyes en un texto, lo que escribió un dramaturgo por lo que piensa (?) Mariano.

En esta tercera entrega nos atrevimos con «La vida es sueño». Nos ayudaron Edu Soto y Miguel Rellán y por un momento tuvimos la sensación de que todo encajaba. Pero era una ilusión. O un sueño. Que los sueños, sueños son. It's very dificult todo esto.

'La vida es sueño'

Rajoy es de los que envían SMS

Viernes, 27 de marzo de 2015

Sostiene Mariano que él va a seguir mandando mensajes SMS, en un nuevo e infructuoso intento de desligarse del asunto Bárcenas. Lo dijo en una entrevista radiofónica. Pero eso no es lo importante. Lo realmente destacable es que el presidente utilice ese sistema de mensajería cuando todo el mundo civilizado está en Whatsapp. Llámalo civilizado, llámalo actual, llámalo GRATUITO. Hace tiempo reparaba en ese reducido grupo de personas que todavía envían SMS. Es que les pega. Son gente especial, refractaria a los avances (masivos) de la tecnología. Por favor, que alguien se lo diga a Mariano. Que le diga que en Whatsapp, por ejemplo, puedes crear grupos y eso ahorra mucho trabajo. Podrían crear el grupo de imputados del PP. Bueno, quizá no sea buena idea. Creo que los grupos tienen un límite, no vaya a ser que salte el servidor del servicio y eso nos afecte a todos. Otra vez.

Mientras tanto, en Estados Unidos, Obama se planta ante la prensa y como si de un cómico se tratara suelta: «No sé por qué les hago tanta gracia. A lo mejor es porque aquí en Washington la marihuana es legal». También pasó por un late show y respondió a los tuits de sus seguidores, mirando a cámara, sentado en un taburete y sonriendo. Siempre con gracia (quizá se lo escriban, pero hay que decirlo bien), sabiendo estar, dominando la distancia corta, la complicidad, el tono de comedia adecuado, el sentido del espectáculo y hasta la autoparodia. Igual que aquí… En eso también nos ganan. Aquí parece que todo nos lo tomamos en serio, todo es agrio, irreconciliable y sagrado. Aquí nadie se relaja, nadie toma distancia. Todo es doctrina. «Conmigo o contra mí». Pensaba que este año, atiborrado de elecciones, podría ser un buen año para empezar e inyectar comedia, cercanía, algo de normalidad entre los políticos. Por pensar que no quede.

La RAE no reconoce populismo
Por extraño que parezca, la RAE no contempla la palabra populismo. Popularismo sí, pero no es lo mismo aunque se le parezca. Bob Pop les escribe y ellos, muy amables, nos dicen que en la próxima versión ya aparecerá. Ya lo tenían pensado, no es que seamos tan influyentes. Eso significa, entre otras cosas, que el diario ABC está cometiendo un error semántico en sus portadas-dardos envenenados/humorísticos contra los «salvajes» de la nueva izquierda. Que lo sepáis, ABC. Aunque me temo que ese es el menor y más soportable de vuestros errores.

Ibiza puede con (casi) todo
El matrimonio creativo formado por José Corbacho y Juan Cruz tiene nueva criatura. Es una novela y se llama «People from Ibiza». Tenía que ser un guion de cine y acabó en novela. Lleva la marca de la casa: vidas cruzadas y personajes cotidianos driblando sus miserias y sus grandezas. Pero esta vez el escenario es Ibiza, esa isla que tan bien conoce Corbacho. Pasan por el programa y nos da por analizar la grandeza de una isla que puede con todo. Con su mala fama, con el peso de la corona de capital mundial de la noche, con su jipismo de temporada y fashion. La isla es eso y un montón de cosas más. Como todas las islas, todos los sitios especiales y únicos. A pesar de las etiquetas, de una posible sobreexplotación de márquetin y de todas los excesos imaginables, Ibiza sigue orgullosa y receptiva. Sabe guardar secretos, se diría que hasta sabe perdonar autovías que la descosen con alquitrán y gente que no va a recordar nada de lo que vivió ahí. Siempre tiene un rincón tranquilo, una playa sin mucha gente, una cena íntima, una confesión, una caricia. Hay ruido, furia y también naturaleza, arte. Cemento y paisaje, gente fast-food un poco desquiciada y sabios con la piel quemada por un sol inclemente. No entiendo como «People from Ibiza» no se convirtió en película si la propia isla, en sí misma, ya es una superproducción.

«Memorias en diferido» en Interviú

El efecto Dani Rovira

Miércoles, 4 de febrero de 2015

Vino, por fin, Dani Rovira al programa. Es un cómico en estado de gracia y eso es terriblemente positivo y hay que disfrutarlo. El gigantesco éxito de «Ocho apellidos vascos» le aupó a un cielo del que todavía no ha bajado. Y no parece que vaya a hacerlo pronto. Todo el mundo quiere a Rovira, todos se ríen con él, es un velero en un mar en calma, con el viento a favor y en un día soleado de verano. Todo es positivo, todo parece fácil en su caso, y ahí está una de sus principales características: sencillez y disfrute, mucho disfrute. Resulta muy reconfortante y muy justo que todo esto le suceda a alguien que viene de abajo, de los clubes, de los bares, de picar piedra y sudar cada risa. Alguien que no esperaba nada más que trabajar en lo que le gusta e ir viéndolas venir. ¡Esa es la actitud! El destino le va premiando y al mismo tiempo le va otorgando oportunidades. Cada una pone a prueba tu madurez, tu oficio. La próxima: los Goya. Me asegura que está tranquilo, coincidimos en que son «los otros» los que te ponen nervioso, y yo -porque cada vez me gusta menos dar consejos- solamente le digo que se proteja hasta donde pueda. Que mime celosamente esa parcela de placer y de tranquilidad que representan los Goya. Los nervios que los gestionen los demás. No se puede hacer comedia nervioso, ni preocupado. Bueno, sí se puede, pero se acaba notando. Los Goya son un avispero, un terremoto más o menos controlado (a veces te sientes en el epicentro), una tormenta de egos y expectativas, una fiesta de la que están pendientes millones de personas, un evento con un montón de gente tensa en la platea: «¿Me darán el premio o no? ¿Y, si me lo dan, qué digo?». Si puedes abstraerte de todo eso (que no es fácil) y te conviertes en presentador/espectador, las cosas fluyen. Y luego, a esperar esa magia que supone conectar con el público, surfear las risas, mecerse en la energía positiva que se va generando. Al acabar, te sientes como si un tren te hubiera pasado por encima sin matarte. Estás hecho polvo, pero contento. Algo así. Le deseo toda la suerte a Dani porque hay que alegrarse de los éxitos de los compañeros.

Esperanza Aguirre: broncas a domicilio
Esperanza se supera día a día. Es incombustible, alguien que se resiste a pasar a la historia y que usa, para ello, toda su influencia y rancio abolengo. Es un poco cansina también, como consecuencia. La bronca que le pegó a Susanna Griso en Antena 3 es para enmarcarse en el olimpo de la prepotencia y el despropósito televisivo. Después de las elecciones griegas (otra pesadilla para la derecha, que además les coincidió con su convención-fiesta-congreso), Esperanza se quejó del «apoyo» de la cadena a la causa helénica. La rabia le salió de dentro y lo dijo sin rubor alguno, sin respeto a los profesionales. «Si ustedes hacen eso, ¿qué estarán haciendo en laSexta?». Y más perlas: «Conozco a José Manuel Lara». Muy típico de los señoritos: conozco a vuestro jefe, tengo poder y no me gusta lo que hacéis. Y lo puedo decir porque no me pasa nada. Al contrario: meto presión y a ver qué pasa.
A Esperanza no le gusta que se hable de Grecia ni de Podemos porque no le interesa, claro. Le trae al pairo el oficio periodístico, la libertad editorial y todas esas cosas «de izquierdas» que desestabilizan el putrefacto oasis neocon. A la derecha no le gusta el guion de los acontecimientos, y en lugar de convencernos con hechos de que otras políticas, otros caminos sensatos son posibles, le da por quejarse, demonizar y culpar a los que piensan diferente. Naturalmente, es la opción equivocada. Y eso no lo salva ni la delirante campaña de Mariano puerta a puerta. A los humoristas nos ha salido una clara competencia. En el nuevo vídeo humorístico del PP, el presidente no pega la bronca, sino que viene a «darnos las gracias». Lo mejor son las caras de los sorprendidos (ninguno habla) ante la visita inesperada. Caras de nada, medias sonrisas, susto/sorpresa. Gente como ausente que no da crédito, como los bancos.

A todo eso, sumen al malo oficial del país, que se llama Luis Bárcenas. Muy buenas, por cierto, las fotos que publicó Interviú en las que se le ve entrenándose, ¡sin gomina!, sudando. Me recordó a Robert de Niro en «El cabo del miedo». «¡Saaaaal, Marianoooo! Enséñame la coliiiiita». Vaya añito nos espera.

«Memorias en diferido» en Interviú

Mariano Rajoy puede convertir a todo el mundo en independentista

Viernes, 21 de noviembre de 2014

Es un habilidad que tiene el presidente español y, ¡ojo!, más allá de la broma podría ser aprovechada para solucionar el conflicto. Me voy a explicar. El pasado 9 de noviembre más de dos millones de catalanes participaron en la consulta sobre el derecho a decidir. Una verdadera demostración de fuerza de la sociedad catalana. Todo transcurrió sin incidentes. Bien. Tres días después, Mariano compareció ante los medios y calificó de «fracaso» todo lo sucedido. Si se convocara otra consulta ahora mismo, yo creo que acudirían cerca de cuatro millones. Si Mariano hablara a continuación, es casi seguro que la cifra volvería a subir. Queda demostrado a todas luces, pues, que Rajoy es una «máquina de fabricar independentistas» de proporciones colosales, y eso queda demostrado cada vez que abre la boca. El plan sería que el presidente se instalara en Cataluña unas dos semanas y que, acompañado de su equipo de brillantes asesores estrategas, fuera valorando cada día la progresión soberanista entre la ciudadanía. En esas dos semanas, hasta los menos convencidos o contrarios de la independencia acabarían por claudicar, consiguiendo que TODA la población catalana estuviera por coger el portante y largarse. No haría falta ni un referéndum, ni una reforma de la Constitución, ni un pacto fiscal, ni nada de todo eso que, según parece, es más difícil que poner un hombre en la Luna. Rajoy, él solito, lo conseguiría. Artur Mas podría irse esas dos semanas de vacaciones, cosa que a buen seguro agradecería ese hombre que lleva el peso de la gravedad de la historia sobre sus espaldas. Fin del problema, fin de la cita.

Podría retirarme. Ya he cantado con Serrat
No lo voy a hacer porque los bancos no me dejarían, pero podría retirarme después de haber cantado con Joan Manuel Serrat una canción para su nuevo trabajo, Antología desordenada. Todavía recuerdo el día en el que me llamó. Me lo dijo como si tal cosa y le pregunté si se acordaba de que yo era un cómico o lo intentaba. «Claro, hombre, claro». Lo siguiente fue decírselo a todo el mundo y, después, quedar con un amigo músico para ensayar el tema Per qué la gent s'avorreix tant? (¿Por qué la gente se aburre tanto?). No estudiaba tanto desde que iba al colegio. En realidad estudié más que cuando iba al colegio, a la vista está mi informe académico. (No lo revisen, por favor). Luego quedamos para grabar el tema y la verdad es que lo gocé, lo disfruté e hice todo lo que pude para que la canción no quedara marcada para siempre. «Se trata -le dije- de que puedas cantarla en el futuro, Joan. Que no matemos la canción». Risas, asesoramiento tranquilo ante el micrófono y una buena comida posterior. Puedo decir que a mí ya me ha tocado la lotería. Como a todos los amigos que participan en el disco, como a todos los millones de seguidores del artista-referente que a estas alturas del partido sigue de titular, en forma, más inquieto que nunca, más currante que nunca. «Yo nunca hago vacaciones, nen», me aclaró una vez. No puede, no quiere. Le gusta demasiado lo que hace. Necesita cantar, viajar, hablar, cenar, quedar con sus amigos, andar la vida de arriba abajo, esquivando al símbolo que es su sombra, sintiendo el ciudadano Serrat que siempre ha sido. Hablamos del momento catalán. Pide altura política (como todos) para desempatar, pero lo dice desde una tranquilidad que evita el conflicto, que elude la bilis. Ahí le sale el sabio que lleva dentro, el hombre que no olvida lo malo pero que valora y subraya lo bueno. El Joan que siempre te pregunta por tus hijos, el Serrat normal y sin épica.

«Memorias en diferido» en Interviú

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