Este verano me he dedicado (en parte) a pintar sin pensar mucho. Me he dejado llevar y, así, los fogonazos de color (calor) han ido llenando papeles y más papeles. Tintas, acuarelas y poco más.
Fogonazos
Este verano
Que este verano nos sea propicio o, como mínimo, nada adverso. Que el que pueda descansar lo haga y se conecte con lo sencillo, lo agradable: un paseo sin mirar la hora ni el teléfono, una buena peli clásica de esas que son territorio seguro, una comida con gente a la que quieres y a la que no tienes que convencer de nada. Esas cosas…
Que desaparezcan por unos días las preocupaciones, los temas pendientes y toda la demás chatarra emocional. Dicen que en verano nos acercamos a lo que somos realmente. Pues eso…
Que el calor del verano queme lo inservible y le de un baño dorado a lo auténtico.
Resumiendo: que todo vaya bien.
Todo llega
La pintura te enseña a esperar, a dar tiempo al tiempo y buscar una solución. Tuve un gran óleo inconcluso y sin resolver muchos meses en el taller. Lo miraba y pensaba: «no lo tengo». Y esperé.
Cuando ya me daba por perdido decidí jugar con él. Otra lección: jugar siempre es una buena decisión. Dibujé con barras de óleo encima del «bloqueo». Y así nació el color, la vida y la solución. (Al menos eso creo yo).
Todo llega si sabes identificar el momento.
«Todo llega» (Óleo. 2024)
Trabajar en domingo
Desoyendo los preceptos bíblicos, decido trabajar en domingo. Si es que se puede llamar trabajo dedicarte a lo que te gusta.
Aprovecho para avanzar en algunas piezas nuevas, repasar bocetos y preparar telas. Sigue el color, los puntos se convierten en líneas y formas. Todo evoluciona incluido el propio domingo que acabará en lunes.