Ese momento casi mágico de creer que se tiene una idea. Un «algo» sobre el que empezar a trabajar. Una semilla de la que, con suerte, nacerá y crecerá un árbol.
Por eso hay que mimar, regar y proteger esa idea. Es todo lo que tenemos los que nos dedicamos a la creatividad. Todo empieza por algo sencillo. Un apunte que activa el proceso.