Elecciones catalanas

Martes, 20 de noviembre de 2012

No sé si los políticos catalanes son conscientes del enorme capital emocional e histórico que los ciudadanos han puesto esta vez en sus manos. Supongo que sí y estaría bien que así fuera, porque tiene pinta de ser la última vez. El millón y medio de personas que salieron a la calle el pasado 11 de septiembre no dejaba lugar a dudas. Salió la gente, sin partidos, y ahora son estos los que deben estructurar, debatir, negociar y vehicular todas las aspiraciones. Ellos y solo ellos. Los que escogerá la gente que va a ir a votar.

En Cataluña no se vota a José Bono, por ejemplo, así que sus opiniones (temerarias, inapropiadas y basadas en el desconocimiento, aunque le pese) son mero folclore, ruido de fondo que no aporta nada. Quizá solo un poco de confusión, por lo que: muchas gracias, señor Bono. (Modo irónico). Todos los Bonos de España deberían ser conscientes de que el tablero, esta vez, es Cataluña. Y que aquí no somos ni tontos, ni suicidas, ni monstruos de otro planeta. Y en ese tablero juegan todos los partidos y a todos hay que respetarlos. ¡Faltaría más! Desde el mesiánico Artur Mas con los brazos extendidos, hasta el partido más pequeño y radical. Ahí está Pere Navarro, del PSC, en ese plano tan cerrado mirando a cámara. Quizá no abran más el objetivo porque entonces se vería que el partido está patas arriba. O Alicia, la popular, tratando de encaramarse a la segunda posición en el Parlamento, repitiendo esa confusa doctrina rajoísta. O Esquerra con su «somos nosotros los que empezamos a hablar de independencia»…

La democracia era esto, ¿no? ¡Que hablen, hombre! Yo quiero una Cataluña donde todo el mundo pueda expresar lo que sienta, donde yo pueda hacer comedia de ello. Y todo sin ningún miedo, y después… habrá que actuar en consecuencia. Repito: la gente no es tonta y sabrá escoger lo que mejor nos convenga en este momento. Ahora que parece que el destino lo dictan Merkel, China u Obama, hay una pequeña aldea gala que quiere decidir su futuro. ¿Dónde está el problema? Los problemas, como dicen los libros de autoayuda, son en realidad oportunidades.

«El Berenjenal» en Interviú.

Habas cocidas

Jueves, 15 de noviembre de 2012

«En todas partes cuecen habas». No sé (como tantas cosas) quién inventó este dicho popular. Pero me ha venido a la cabeza tras un viaje a Argentina que me ha permitido tomar un rápido contacto con el país. Otra vez, múltiples versiones de la realidad. Para algunos, Cristina quiere perpetuarse en el poder y está consiguiendo que Argentina «sea otra Venezuela». Son los que critican su populismo, su gestión personalista, sus comparecencias que buscan más el espectáculo y el impacto entre unos ciudadanos dependientes de las ayudas estatales, que la excelencia en una gestión política moderna, justa y bien conectada con el mundo exterior. Para otros, en cambio, Cristina es la nueva Evita. La madre «salvadora».

¿A quién te crees? No lo sé. Yo solo era un viajero de paso. Me monté en un avión y leí que Obama ganaba por la mínima en los Estados Unidos. Hay dos Estados Unidos. Como hay dos Españas (esto no es nuevo) y hay un montón de Cataluñas. En este último caso, veremos cómo se estructuran en una campaña electoral histórica. Porque aquí se cocerán un montón de habas sobre un fuego común: la voluntad de la mayoría de los catalanes de decidir su futuro sin ser considerados los más malos del planeta. Así las cosas, sobran habas y faltan buenos cocineros.

«El Berenjenal» en Interviú.

Ciudadano Manolo García

Jueves, 8 de noviembre de 2012

Manolo García. Nunca una persona con un nombre tan común fue tan singular, tan único e incomparable. He asistido hace poco a uno de sus conciertos y he confirmado lo que ya sabía: estamos ante uno de los mejores artistas de este país. Manolo sigue llenando en todas partes, con un público entregado, unos músicos buenísimos y ese toque especial que lo hace cercano, poético, crítico, contagioso y alegre.

Cuando Manolo aparece en escena, queda muy claro en pocos minutos que va a ser nuestro médium. Que vamos a contactar con otro mundo, quizás no tan lejano, donde se imponen el sentido común y las buenas canciones. Manolo da pocas entrevistas, pero cada vez que habla la clava. Da gusto escucharle sin imposturas, apelando a la normalidad, la libertad de las personas y el respeto por todo lo que nos rodea. Y luego se va por donde ha venido. Se va al escenario, que es donde se le ve feliz, donde hace feliz a los demás.

En un momento en el que nuestra autoestima cotiza a la baja, ahora que nos quieren hacer creer que no sabemos lo que es bueno, ahora que ves a cantantes buscándose las lentejas en concursos o tocando de madrugada en televisión no se sabe muy bien para quién, ahora es un buen momento para reivindicar a Manolo García. El hombre que hace su carrera con dignidad, calidad y sin dar su voz a torcer. Un referente.

«El Berenjenal» en Interviú.

Las ruedas pinchadas de la izquierda

Jueves, 1 de noviembre de 2012

Genial viñeta de Toni Batllori el pasado jueves en La Vanguardia: un periodista, micrófono en mano, pregunta a Rubalcaba -que conduce una furgoneta con las siglas PSOE y la rueda pinchada-: «¿Cómo está?». «Bien. Soy optimista», le contesta. Y añade: «Todavía nos podemos estrellar en Cataluña».

Resume muy bien el momento de la izquierda en España: normalidad (aparente) ante el descalabro y una impostura pública que no hay manera de creerse ni hartos de vino. Hay alguna corriente crítica, es justo decirlo, pero lo que predomina es ese discurso habitual ante los trompazos electorales: «Bueno, la política son ciclos y ahora hay que hacer una lectura en profundidad para recuperar la confianza de nuestros electores». Vale, ¿y eso cómo se hace? Ya que apelan a una lectura profunda, sería bueno plantearse algo terrible para el PSOE: la gente con ideas de izquierdas, la gente crítica con el Estado, sus recortes, su sumisión a la banca y a una Europa calvinista, ya no cuenta con el PSOE. (No cuentan con ningún partido en realidad). Es como si hubiera otra izquierda, nueva y urgente, que se opone a los desahucios, que rodea el Congreso, que planta cara a los bancos, que dispara verdades desde la rabia del presente y la incertidumbre pastosa y viciada del futuro. Esa gente no reconoce a Rubalcaba como líder, ni a Navarro en Cataluña, donde se juega otra batalla más compleja y profunda.

Ya no es que el neumático esté pinchado, es que el coche no sirve, es que las carreteras no sirven, es que los mapas que nos dan para salir del atolladero no gustan, no parecen justos ni adecuados. Así las cosas, cuando los GPS indican continuamente a la derecha, la izquierda se busca y no se encuentra. Y, cuando lo hace, el PSOE no sale por ningún lado.

«El Berenjenal» en Interviú.

Nada de nada

Jueves, 25 de octubre de 2012

Tres de la madrugada: «¿Se ha hablado del rescate de España durante la cumbre, señor Rajoy?». «No se ha hablado. No hay nada de nada». Nada de nada. La negación al cuadrado. Nada de nada es el eco sordo de la inoperancia y de la impotencia. Un buen eslogan para la corriente filosófica del nihilismo, que siempre me ha resultado inquietante. (Nihilismo, del latín nihil, nada). Los del nihilismo dicen que toman como base la negación de uno o más de los supuestos de la vida. Unos pasotas ilustrados y con argumentos, vamos. O sea, que la vida carece de significado, propósito o valor intrínseco. ¡Glups! La nada me persigue. Llego al despacho. «¿Qué tal, chicos, alguna televisión interesada en algo?». «No. Nada. No hay dinero». (Cara oculta del capitalismo: si no hay dinero, no hay nada. Si hay dinero, lo hay todo. Para los de siempre, claro). Nada. ¿Qué te da un banco ahora si vas a contarles que las estás pasando putas? ¿Qué le queda a Lance Armstrong después de destaparse su fraudulenta carrera de campeón? ¡Exacto! Nada. En blanco. Armstrong se quedará con el maillot blanco de rey de la nada. Hombre o mujer que viene de la oficina del paro: «¿Has encontrado algo?». Ya imaginan la respuesta.

Recuerdo que cuando preparaba el programa «Conversaciones secretas», del Plus, al que me invitó el genial Millás, hablamos y hablamos. Le conté mi vida, mis angustias, algunos secretos y muchas perplejidades. Millás escuchó y zanjó el final de la comida con un «Andreu, nadie sabe nada». Me he apropiado del concepto y voy a usarlo pronto. Creo que resume un momento de aparente inopia social. Solo aparente. Debajo del manto de la nada está pasando todo.

«El Berenjenal» en Interviú.

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