Jorge Drexler es el más listo y el más bueno de la clase. Detrás de su apariencia inocente, hay un genio en plena ebullición que no está dispuesto a que lo engulla la rutina o el éxito. No para de trabajar y es un pionero mezclando sonidos con su guitarra y sus canciones prácticamente perfectas. Lo pensé cuando vino el otro día y me presentó a sus compañeros de fatigas actuales que graban y reproducen sonidos después de haber sido «robados» por la calle. Timbres, campanas, coches…»Uno de ellos es Martín de la Patagonia». «¿Y viene cada día desde allí a trabajar?». Esbozó una sonrisa, con su traje y corbata negros y la camisa blanca. Me recordó a Jhonny Cash en su película autobiográfica.
Drexler va a seguir dando mucho que hablar. Parece que la crisis de la música no va con él. Normal. La gente con talento, esquiva los vaivenes de la industria. Les sobran recursos para seguir siendo ellos mismos o mejores.
El cantautor y sus computadoras
Más vivos que nunca
Los que me conocen bien, entienden el significado especial del pasado programa número 400. Saben que Francino es uno de mis mejores amigos y que en el año 1982 abrió la puerta de una emisora en Reus y dijo: «Tira padentro». Ahí empezó todo. Carlos ha sido siempre un reflejo para mí y su éxito en la SER es una de mis mejores satisfacciones.
Es el triunfo de la profesionalidad, la regularidad, la lucha permanente por unos valores y una manera de entender la comunicación. Francino es un «espejo» de cincuenta años (bien llevados) y, tenerlo a mi lado, con motivo de nuestro aniversario, fue un gustazo. Nos emocionámos los dos. Creo que conseguimos abrir nuestros corazones sin demasiada pontificación, con anécdotas, un sentido crítico y mucha, mucha satisfacción. Porque lo de la tele es aguantar y en eso seguimos.
¿Por qué cuento los programas de la anterior etapa? Porque es el mismo. Quizás mejor, más maduro. Porque sigo haciendo exactamente lo mismo, durmiendo poco, descubriendo talentos a mi lado y arremangándome con el fabuloso equipo. Tampoco me he cambiado el apellido, ni el cerebro, ni me operado de la vista. Sigo en el mismo plató, en la misma ciudad. Solo cambia la cadena. Y ahora me siento en casa.
Una noche soñé
Que Juliette Lewis me daba de comer en el programa. Yo estaba sentado, como siempre, y ella en el lugar del invitado me ofrecía una ración de patatas bravas. También había una cerveza o dos y la gente nos miraba. (Claro, al estar en el programa). Nos lo pasábamos muy bien, a pesar de que yo me saltara mi dieta. Luego ella se fue con otros que hablaban su mismo idioma y cantó una canción.
Parecía un sueño, pero cuando Pau Costa me regaló esta foto, pensé que a lo mejor sucedió de verdad. Abogaaaaaaaaadooooooooooo.
El placer de hacer televisión
No sé cuántos de los que trabajan en la tele, pueden hablar de «placer», refiriéndose a su trabajo. Yo, sí. Y, para mi, eso tiene un valor incalculable porque siempre he trabajado con las tripas conectadas directamente al corazón, a la piel y a la ilusión. Es lo que tiene ser emocional. El día que eso no se percibe, te preocupas. El día (la noche) que se reafirma, te pones como una moto y piensas que vale la pena la lucha, el esfuerzo, los subidones de adrenalina y, en definitiva, este navegar por las aguas siempre turbulentas de la televisión.
El jueves volví a notar «el pinchazo». Toda la semana ha sido de las que van a quedar en nuestra memoria. Precisamente había mandado una nota a todos mis compañeros para transmimitirles mi agradecimiento y mi satisfacción. Una nota para compartir y disfrutar, que no todo va a ser sufrir por la maldita audiencia de marras. ¡Estamos aquí, después de tanto tiempo!
A todo esto, se plantó Wyoming en nuestros estudios y volvió a dar un recital. Les dije al público antes de empezar: «Hoy tienen suerte. Viene Wyoming». Ovación. Fue la primera de un montón más que reflejaban la diversión del personal. Porque Wyoming marca goles desde el minuto cero. Es el mejor, sin duda alguna. No me canso de repetir que es una suerte trabajar en una cadena, donde esté el Gran Wyoming. Es un placer que seamos contemporáneos. Es un gustazo escuchar como enlaza sus tesis grandielocuentes. Habla como si escribiera. No envejece.
Nos bebimos media botella de licor de café que nos trajeron de Ourense. Se respiraba libertad, frescura y genialidad. Me contó Santiago Carrillo que cuando estaba junto a Picasso, sentía «el soplo de la eternidad». Pues yo cuando estoy con Wyoming, siento el soplo de la televisión en estado puro. Y les aseguro que llevo muchas horas de vuelo.
La lección de Gallardón
Hay que ser agradecido. Hoy tenemos que dar las gracias a Alberto Ruiz Gallardón por habernos elegido para su primera comparecencia pública, tras ser descartado por su partido para las próximas elecciones.
El alcalde de Madrid , estuvo prácticamente perfecto. Entendió el lenguaje de nuestro programa, se mostró simpático cuando hacía falta, reflexivo en los momentos de calado político, suavizó su decepción (para no perjudicar al PP) y dejó una imagen cargada de verdad. ¿Qué más se puede pedir?.
Son muchos los que piensan que el PP, le ha dado una baza impagable al PSOE, desestimando a Alberto Ruiz Gallardón. La política vive de los gestos. Los gestos indican el sentir de un partido, su pensamiento más intimo. Descartando a un hombre moderno y dialogante, se dicen muchas cosas.
Ayer dimos un paso más para consolidar BFN, como un territorio para tener en cuenta. Un programa donde puede venir Rodolfo Chikilicuatre y el hombre más buscado por los periodistas españoles. Muchas gracias, Alcalde.