Y viceversa. Luego está esa leyenda según la cual «todos tenemos a un doble exactamente igual a nosotros en algún lugar del mundo». Siempre me ha gustado esa chorrada que, por cierto, es tan imposible de confirmar como apasionante. Con las fabulaciones que lleva implícitas, por supuesto. Imagina que te pones en contacto con él -con tu doble- y le propones que ocupe tu lugar unos días, como un mellizo pero sin conocer tu idioma, ni tus costumbres, ni tus amigos, ni tu familia, nada… Me encantaría que un día apareciera en el programa, después de la cabecera, un tío idéntico a mi, vestido como yo pero nacido en Kuala Lumpur. Hablando su idioma, claro, y haciendo chistes sobre sus referentes. Sus Bárcenas, sus Podemos, sus grandezas y sus miserias. La cara de los espectadores sería para enmarcar. Nadie entendería nada pero todo parecería misteriosamente familiar. Bueno, sin llegar tan lejos pero igualmente inquietante, hemos vivido hace poco un viaje al pasado con Berto y su también proverbial querencia a los parecidos razonables. Una seguidora nos mandó una foto familiar de hace cuarenta años, donde aparece la tía Aurita, una encantadora monja que era… ¡tachán!, ¡Berto! Nos faltó tiempo para disfrazarlo y comprobar que, efectivamente, había otro Berto (con sexo diferente) que hace cuatro décadas vivía en una congregación y parecía tener cara de buena persona. Y, ahora, vamos a esperar el próximo parecido razonable que no tardará mucho en llegar. Es una cuestión de tiempo.
Los del Dakar son de otro planeta
Cada vez que entrevisto a algunos de los participantes del Dakar compruebo y reafirmo mi inferioridad a todos los niveles. Eso es algo que tengo muy claro, pero en ocasiones es muy evidente. Los del Dakar son hombres y mujeres con una capacidad para soportar el sufrimiento como de otra civilización, de otro planeta. Y, a pesar de eso, cada año se enfrentan a lo mismo (o peor) y lo hacen con ganas, como si olvidaran lo malo y la aventura lo justificara todo. A esos semidioses les brillan los ojos (cansados) cuando hablan de ello, cuando recuerdan como casi se deshidratan, por ejemplo. Mientras les escucho tengo que tomarme dos botellas de agua. Soy muy influenciable… Esta vez vinieron Marc Coma (ganador en categoría de motos), Laia Sanz (novena, y primera mujer en la clasificación) y Albert Lloveras (piloto discapacitado) que acabó toda la carrera por primera vez. No habían pasado por casa, el cansancio les perseguía pero ahí estaban, sonriendo y disfrutando como la primera vez. Mi equipo les preparó algo para comer y les ofreció unas bebidas. «¿Necesitáis algo más?», les pregunté. «No, no. Gracias». Esta gente pasa con lo mínimo, son ascetas del motor. Y yo, que no cojo la moto cuando hace un poco de frío, pensé que es algo que nunca viviré ni aunque me apuntaran con un revólver.
Al PP les preparan los vídeos sus enemigos
El último vídeo del PP, el de «todavía queda mucho por hacer» es un de los últimos hits en propaganda política altamente parodiable. En «El intermedio» se han hinchado cada día y nosotros hicimos también nuestra versión. Salimos cuatro miembros del equipo comiendo y bebiendo en posición relajada y empezamos a decir obviedades. Una detrás de otra. Porque así es como vimos a los dirigentes del PP, ese dream team, con aspecto serio pero relajado, con ese look como de Instagram, cuidadosamente informal. Supongo que querían transmitir que saben lo que tienen entre manos, que son conscientes de que la gente lo pasa mal y exige mucho, exige más y exige mejor. Pero que esa misma gente, por lo que sea, no se ha dado cuenta de lo que hemos avanzado desde el inicio de la crisis. Ellos querían comunicar todo eso pero la gente mira hacia otro lado, hacia «Gran Hermano VIP» por poner un ejemplo. Querían captar el interés de la población y solo han captado el de los cómicos.
«Memorias en diferido» en Interviú