Los ojos de Miliki

Viernes, 15 de junio de 2007

Son los ojos que nos han visto crecer. Los ojos de la vida y la felicidad y los que no engañan. Miliki estaba emocionado el pasado sábado en Sevilla, cuando el teatro Lope de Vega se puso en pie para brindarle un merecidísimo homenaje. Era la décima gala de la Academia de televisión y pensé que Miliki debe ser el hombre más querido de España sin ningún lugar a dudas. El consenso es absoluto. Allí estaba. Con su família , sus niños «creciditos» que le cantamos «Susanita tiene un ratón» y su hijo al piano sin poder contener la emoción. Una noche bonita.

Miliki
Me da la impresión que la Academia ha iniciado un proceso de refundación, de la mano del nuevo presidente Manuel Campo Vidal. Un hombre que transmite credibilidad y que pidió respeto para nuestro oficio. Faltaban directivos de televisión, pero no los echamos de menos. Estábamos los que «fabricamos» la televisión en los platós. Los técnicos y los que damos la cara. Los que la amamos, a pesar de todo. Los que tenemos la responsabilidad de recuperar su dignidad y su orgullo. Efectivamente, tenemos mucho trabajo.

Nostalgia de los payasos

Martes, 15 de mayo de 2007

La nostalgia es el recuerdo benevolente de lo que nos gustó. Es nuestra propia biografía. Juan Guilarte (que es de mi quinta y de mi onda, ahora el frente de la música espléndida de RAC 105), me manda «El auto de Papá», de los Payasos de la tele.


Sí, sí ¡Los míticos payasos! Nuestros «beatles» de pequeños. He tenido el honor de conocer a Miliki y, como ya le dije, me hubiera encantado que fuera mi abuelo. Una noche le regalé el sofá de vaca de «La Cosa Nostra», con motivo de su aniversario. Los de producción de Tv3, me querían matar. Me ha dicho que lo tiene en casa. Su hijo Emilio Aragón, me dio una alegría cuando reconoció que su padre «te considera un artista». Más allá del ego, me tomo como un gran elogio sus palabras, viniendo de un hombre que ha pasado su vida en las pistas de los circos y en los platós de televisión. El sí que sabe. A lo mejor es que la edad no perdona y esas cosas, pero siento nostalgia de aquellos años en los que no tenía preocupaciones y unos locos entrañables vestidos de rojo nos hacían cantar y reír sin más pretensión que el puro divertimento.

Ahora, en plena era digital, de telefonía salvaje y de videoconsolas, se echa de menos aquel saludo que era un himno: «¿Cómo están ustedes?».

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