Cinco minutos antes del inicio de la Gala podía notar como toda la electricidad del país (expectativas, polémicas, protestas, ganas de espectáculo y demás «tensores») se concentraban en un solo punto: el Teatro Real. Y en una sola persona: un servidor.
Estaba atado a unos cables que debían alzarme quince metros, me sudaban las manos. Ahí pensé: «esto me pilla sin experiencia, me desmayo y bajo como un jamón curado». Pero tiramos adelante. ¿Por qué? Porque nos gusta sufrir y gozar a partes iguales. Dedicarse al mundo del espectáculo es exactamente eso.
Este año, la Gala ha sido muy complicada y, encima, me marqué retos personales como más interpretación en el vídeo de entrada y pruebas físicas bastante acongojantes. No hubiera podido hacer nada de esto sin la ayuda de mi equipo. Ellos son un ochenta por ciento del éxito. SIN DUDA ALGUNA. Rosa, Pep, Eva, Catou, Júlia, los chicos de Acciat (los que me hicieron volar), el equipo de rodaje de Madrid, el equipo de guión de BFN, José Luís Rodelas, el mago de las luces, Toni Garrido en la narración y muchos que me olvido. Era impresicindible para mi, contar con su trabajo, su talento y su apoyo para navegar con el transatlántico de los Goya. Gracias, de corazón.
Hoy estoy orgulloso por pertenecer al gremio de la comedia, gracias al cual he podido aterrizar (nunca mejor dicho) en un mundo tan apasionado y complicado como el del cine español. Las polémicas pasarán, las leyes se retocarán, los presidentes se sucederán, pero nuestra vivencia no nos la va a quitar nadie. No sé tanto de cine como para decir si los premios son merecidos.
No sé de leyes, aunque intuyo que la Ley Sinde va a seguir dando que hablar. Solo sé un poco de comedia y espectáculo y puedo decir que, anoche, me sentí un afortunado. Por lo que viví, por lo que preparamos y por cómo lo recibió la audiencia. Y, ahora, me voy a hacer el programa que tengo muchas ganas de reencontrarme con mi familia. ¡El show continúa!