Fue una de esas noches en las que te vuelves a enamorar de la televisión. En la que el soplo de la genialidad sobrevoló el plató y el tiempo se congeló. Enrique Morente (solo, en una mesa marcándose el compás), cantó un tema de su disco dedicado a Picasso. Vino porque le dio la gana, que necesidad no tiene. Fue como ver a un genio, dentro de otro genio. Y pensé que todavía no está todo perdido en el mundo catódico. Es una cuestión de ponerle ganas. Gracias maestro.
Genio al cuadrado
La opinión de mi madre
Nos encontrábamos viendo el programa del Follonero Salvados por la Iglesia, la primera parte, en compañía de mi madre. Me gusta escuchar sus comentarios como espectadora, vamos a decir «aventajada». En un momento dado del reportaje, coincidiendo con la aparición del Papa de Roma, dijo: «Hay que ver qué pelo más limpio tiene el papa».
Como siempre, tenía razón. Otra cosa no, pero al Papa se le ve un
pelo blanco y suave. Limpio, vamos. A ver qué dice mañana en la segunda entrega.
¿Y ahora qué?
El equipo del programa nos reunimos en el restaurante Tres Chiles de Barcelona, para vivir la noche del gag más grande de la historia. (O el que ha llegado más lejos). Cervezas, margaritas, risas y una expectación digna de unos Juegos Olímpicos. ¡Qué grande Andorra!
La ovación se escuchó en toda la ciudad. Berto nos iba contando desde el Arena de Belgrado. Y salió Rodolfo. Y, yo diría, que cantó muy bien. Y empezaron a llegar los mensajes de los amigos que sí han entendido y disfrutado la broma. Y que nos felicitaban con la sinceridad y la complicidad de las grandes ocasiones. Gracias. Fue muy emocionante. Luego, lo de siempre: los países se votan en función de sus afinidades y ya está. ¡Qué contento estaba el ruso!
Por la tarde, me negué a hacer una entrevista con El País que, francamente, me ha caído de la gracia. La semana de goteo con mala leche contra el fenómeno, me ha hecho ver que la verdadera censura la marcan las empresas. «De esto no se habla o se habla mal». Y así lo hicieron. Muy en la línea de la gente de la calle, por cierto. La gente quedó como hacía años, para ver el festival por la tele y reír y disfrutar.
En general no quise escuchar nada, ni leer nada. Ahora, todos los «pensadores» del mundo de los columnistas, recomiendan que Rodolfo tenga una muerte de leyenda. Rápida e inmediata. Bueno, pues que sepan que vamos a hacer lo que nos dé la gana, siguiendo únicamente nuestro olfato y nuestra experiencia. Siempre lo hemos hecho así. Me quedo con lo mejor: ese Rodolfo tocando los primeros compases de su guitarra de plástico, mientras abajo -en el ángulo izquierdo de la pantalla-, ponía España.
Ya hemos ganado (y perreado)
Pase lo que pase el sábado, Rodolfo ya ha ganado. La broma ha tocado su «cielo» particular sorteando todos los obstáculos, infiltrándose en el sistema y -sobretodo- aupada por la gente que ha querido jugar con el tema. La fuerza de internet ha quedado patente. No hay otra lectura.
Estoy superorgulloso del trabajo realizado. No se trata únicamente del hombre del tupé con su guitarra de plástico que es un crack y ya lo sabíamos. Se han cooordinado decenas de profesionales para llevar a cabo la gamberrada. Productores, maquilladoras, vestuario, márketing, prensa, operadores de cámara, redactores, webmasters y muchos más que me dejo. A todos ellos, muchas gracias. Como esas bailarinas, y sus horas y horas de ensayo, intentado ensamblar un gag, en un festival de proporciones gigantescas. Te gustará más o menos, pero es muy grande y había que dar la talla. Esto lo hacen actores sin experiencia y no pasamos del puente aéreo.
Me decían desde Belgrado: «Somos la alegría del festival». ¡Bien! Se trataba de eso. De reírnos y generar buen rollo. Hay que pedir disculpas por si hemos ofendido a alguien. Como dice Corbacho: «Es mejor pedir disculpas, que pedir permiso». También nos hemos reído con las lecturas malintencionadas de los que no han querido ver la broma y sólo han hurgado en sus escándalos inventados.
En un país avanzado -con un mundo del espectáculo bregado, ágil y sano-, lo del chiki sería habitual. Es un fenómeno, pues a saco con él. Se estaría preparando una película y un musical. Aquí, no. Aquí hay telepredicadores seniles que quieren ver lo que no hay (con mala fe) y diarios que pretenden ganar un Pulitzer, porque no se les ocurrió a ellos. Da lastimita. ¡Qué mala es la envidia! Yo, cuando algo me gusta y me sorprende, no pienso «si no se me ha ocurrido a mí, es que ellos lo han hecho mal». Yo, no. Me relajo, lo disfruto y aprieto los puños par seguir trabajando y mejorando.
De todas formas, nada podrá aguarnos la fiesta. Para unos gamberros como nosotros, lo de Belgrado es muy grande y así lo vamos a vivir. Como esa gente (¡muchísima!) que se pondrá delante de la tele para disfrutar con una complicidad y un buen rollo que nos emociona. Trabajamos para esto. Para liarla. Para subvertir lo establecido, para romper y rasgar la seriedad de un mundo previsible y gris que, un tío con dudoso acento argentino, ha agitado durante unas semanas inolvidables. Me siento orgulloso de pertenecer a EL TERRAT y haber llegado hasta aquí. Y que quede claro que no vamos a detenernos. Lo mejor está por venir y no sabemos por donde. Eso es lo guapo. Perrea!!!!!!!!
Cantar y reir y cantar
Berto está en Belgrado pero antes de marcharse, la semana pasada, se marcó una canción llamada «Te quiero normal». Un servidor suele canturrear con la ayuda y la paciencia de Joan Eloi. Reconozco que es uno de los momentos más excitantes del programa. Improvisación pura (hasta diría que cruda), que se cocina a la vista con mejor o peor fortuna, pero con risa. Es como tirarse a una piscina, sin saber si habrá agua.
Somos «cantarines». Es un hecho. Pero creo que vale la pena intentarlo y, pese a ser los últimos minutos, demostrar que para nosotros «hasta el rabo todo es toro». Lo bueno de este programa es que la sorpresa puede saltar hasta en los títulos de crédito. En la foto se aprecia la intensidad creativa que se vive a veces, en la sala de ensayo exterior. ¡Única en Europa!