Lo pensé un par de semanas antes. Le pregunté a Bob si le importaba que, en su última aparición de la temporada, fuera yo el que ocupara su sitio. Dijo que no, que cómo le iba a importar. Y ahí es cuando me animé a hacer lo que hice. Porque me lo pedía el cuerpo, el corazón y la cabeza. Porque soy de celebrar cuando las cosas van bien, de agradecer cuando alguien se lo merece tanto…
Lo escribí un par de días antes y, curiosamente, no estuve nada nervioso a pesar de que me salía de mi registro habitual, de mi tono. Todo lo que vino después ha sido muy bonito. Y sí, la verdad y la risa cuando se suman son imbatibles.