El fin de semana pasado, viví un cursillo intensivo de maestros del espectáculo. Maestros en acción. El viernes me planté en el Sant Jordi para ver y escuchar a los «pajarracos» Serrat y Sabina. El sábado cogí un avión y volé a Bilbao para presenciar el último espectáculo de Tricicle, «Garrick». Es, lo que se llama, un fin de semana bien aprovechado. Y, encima, me invitaron. ¿Qué más se puede pedir?
Serrat y Sabina se cascaron tres horas impecables. Les salen los éxitos por las orejas y por el corazón, así que el «juego» consistía en adivinar qué canción de las de siempre iba a venir a continuación. Me gustan cuando se cambian los papeles, cuando dialogan a lo «Rat Pack». «Me pido Frank Sinatra», dijo Sabina en el programa. Es un placer verles, compenetrados y queriéndose, dejándose la piel en cada escenario. Pude abrazar a Joaquin, envuelto en una toalla, a la salida del concierto. Parecía que había jugado una final de copa (con su Atleti, claro). Serrat pone el rumbo, despliega su encanto y, como dice su primo, «le tiembla el corazón al garganta».
Lo del Tricicle fue otro placer. Pude ver el nuevo espectáculo antes de que aterrice en Barcelona o Madrid. Ahora se van a Argentina, así que había que aprovechar la ocasión. «Garrick» (un viaje a las profundidades misteriosas de la risa) no defrauda. Es más, yo diría que va a sorprender. Tricicle, lejos de acomodarse, sigue arriesgando y, en esta ocasión, hay una mezcla de piezas al estilo clásico marca de la casa y otras más nuevas y sorprendentes. O sea que aunque lo hayan conseguido absolutamente todo en el mundo del espectáculo, el respeto por ellos mismos y por el público, les empuja a seguir sorprendiendo. Me quedé con esa lección. Para esos días grises en que te peguntas si tiene sentido tanto esfuerzo y entrega.
Maestros en acción
Miércoles, 10 de octubre de 2007
BFN #312 – 03.10.2007