Trumplandia

Jueves, 17 de noviembre de 2016

El otro día me invitaron al Congrés de Periodistes de Catalunya, cosa que agradecí y atendí todo lo bien que pude, para charlar de periodismo con Mònica Terribas. Fue un buen congreso. Necesario, muy necesario. Los periodistas, como tantos colectivos, quieren conocerse más, quieren sobretodo actualizarse, porque el mundo actual se transforma a una velocidad de vértigo y en unas direcciones que nos dejan perplejos, indefensos y hasta bloqueados. (Por no decir acojonados)

El periodismo, como el oficio que cuenta lo que pasa, está en pleno ojo del huracán. Siempre sometido a las más variadas presiones: económicas, políticas y de todo tipo. Siempre fue así y siempre lo será. Les recordé que yo soy un cómico, que me pagan por contar «nuestra versión de las cosas», siempre impregnada de esa subjetividad, de esa libertad que da el humor. Una semanas atrás, la gran Rosa María Calaf, me dijo en «Late Motiv» que los «cómicos serios» podemos llegar a sitios donde otros no llegan. Me gustó lo de «cómicos serios». Creo que entiendo lo que quiere decir. «Cómicos serios» quiere decir cómicos responsables, cómicos enchufados a la realidad sin rehuir ni un solo ángulo de ella. A pesar de ser unos buscadores de risas, aproveché el Congrés para comentar a los compañeros que ahora preparamos mejor que nunca los temas, las entrevistas, el guión del programa. (No es casualidad que esté nominado el equipo de guión a los premios de la Academia de la Televisión)

Yo diría que vamos a por la risa pero desde la comprensión, la documentación cada vez más exhaustiva de lo que sucede. Eso nos convierte en parientes cercanos de los periodistas. «Todos estamos en la comunicación», matizaba Terribas. Eso es verdad y eso nos llena de responsabilidad a pesar de nuestra apariencia desinhiibida y gamberra. Una mezcla de todo, es lo que somos. Con los ojos muy abiertos y el gatillo (de los chistes) siempre a punto.

Ahora estamos desbordados con lo de Donald Trump. «Un gran paso para los cómicos, una gran mierda para la humanidad». Hubo risas en el Congrés. No es para menos. El huracán que ha originado el millonario jugando a presidente es de incalculables producciones y amenazantes predicciones. Confieso que leo, veo y escucho TODO lo que cae en mis manos sobre Trump. Se ha convertido en una obsesión. No salgo de mi asombro. Hemos sacado todo nuestro arsenal: imitaciones con el gran Raúl Pérez, alusiones continuas, entrevistas ficticias con periodistas americanos que nos recuerdan lo que pasa en España (por cierto ¿de verdad que hubo alguien que creyó que era una periodista real?) y lo que haga falta. Pero no haríamos bien nuestro trabajo si nos quedáramos solo en la epidermis de lo anecdótico y esperpéntico de Trump. Hay mucho más. Hay un mundo que ya no cree en la izquierda o lo que queda de ella, un hartazgo denostado de las clases medias, una geopolítica mundial que da miedo verla, una incapacidad general (y malintencionada) de no dejar que los buenos valores de la sociedad (que los hay), se conviertan en políticas justas del siglo XXI…

Todo eso y mucho más, es lo que está pasando y nosotros debemos conocerlo e incorporarlo a nuestros guiones, a nuestro discurso, a nuestro oficio. Y en eso estamos. No es fácil pero es el mejor trabajo del mundo (en estos momentos).

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