Usted está leyendo esto, así que el mundo no ha terminado y ya podemos guardar en el desván de nuestros miedos infundados todo el rollo del calendario maya. Como mínimo, nos ha servido para no hablar de la crisis. Esta era la paradoja: la posibilidad de que todo se fuera al garete resultó ser un alivio en mitad del fango cotidiano. ¡Cómo estaremos! Escuché a alguien decir que «lo jodido no es que termine el mundo, sino que continúe tal como está». Y no le faltaba razón. Vienen días de buenos deseos, de Navidad descafeinada, de felicitaciones más laicas que otra cosa. Si hasta el Papa de Roma ha recortado el pesebre. Ahora dice que no había mula ni buey. Pues vale. Anda que no tiene otros problemas más urgentes la Iglesia por arreglar…
Lo religioso se va difuminando, poco a poco, cada vez más en estas fechas y se colocan en primer plano mensajes de crecimiento personal, de reflexión. Todo un poco forzado, la verdad. Recibo un mail con una estrella y una frase : «Lo esencial es invisible a la vista. Vive el presente». Lo intento, pero mira que es jodido el presente, ¿no? Yo lo que quiero es que todo esto pase rápido. Decía Cortázar que «en realidad, todas las cosas duran demasiado». La Navidad estaría a la cabeza de la lista. Pero, vamos, que tampoco quisiera amargarles «estos días entrañables». A ver qué dice el Rey en su discurso de este año. Tengo mucho interés en comprobar cómo puede hablar diez minutos esquivando todo lo que le afecta. Seguro que tiene buenos guionistas.
«El Berenjenal» en Interviú.