Estamos sufriendo demasiado, le hemos visto las costuras podridas al capitalismo con tal precisión que no nos creemos lo de que estamos saliendo de la crisis. Cuando Mariano, y sobre todo Botín, han empezado su campaña de promoción para que vaya calando lo de que «lo peor ha pasado», una sombra de sospecha lo envuelve todo como una bruma maliciosa y nuestra desconfianza sube a la misma velocidad que el Ibex. Algo huele a chamusquina. Y es que a Botín, concretamente, se la ha ido la mano o la boca con lo de «está llegando dinero a España de todas partes».¡Hombre! Si hasta salieron muchos a la calle para hacer guardia, como el que espera avistar un ovni, para ver si cazaban algún maletín. Hasta Iker Jiménez se planteó hacer un programa especial sobre el paranormal suceso. Siempre pienso que la comunicación -el arte de explicar con argumentos e inteligencia lo que haces- nunca ha sido un punto fuerte de las empresas y los gobiernos de este país. Hablo de empresas potentes con altísimas cifras de facturación, que no invierten lo más mínimo en buena comunicación. Prefieren una publicidad previsible o el márquetin estándar. La comunicación sería otra cosa. Hay buenos profesionales, pero nadie los escucha y, al final, se toma al ciudadano por tonto que va a tragar con lo que sea. ¡Como si el mundo no hubiera cambiado vertiginosamente! Se han multiplicado las fuentes de información y de contraste, las redes son autopistas de datos, de testimonios, de argumentos%u2026 Obviar eso es no vivir en el año 2013. (Aquí hablaría de los bancos, pero el espacio del artículo es limitado y, echando cuentas, me salgo de la página).
El propio Zapatero reconoció hace poco que fue un error negar la crisis. Demasiado tarde. Lo suyo es verlo en el momento y reaccionar en consecuencia. Nefasta estrategia de comunicación la suya que, finalmente, se llevó por delante a todos los socialistas menos a Rubalcaba. Bueno, eso cree él. Ahora estamos igual. Atascados. Cuando la sensibilidad popular está al máximo, el paro disparado, el crédito congelado y los recortes desmelenados, hay que ir con pies de plomo, hay que decir la verdad y apechugar. Cualquier otro camino es fruto del escarnio, las chanzas y -lo que es peor- aumenta el cabreo y abre más la brecha entre los que mandan y los que intentar vivir y tirar hacia adelante. La gente tiene la sensación de que nos están levantando la camisa. Otra vez. Puedo entender que como gestor político, hasta el cuello de barro, necesitas dar alguna buena noticia, pero eso no quita que debes ser honesto, realista y transparente. ¿Es mucho pedir?
Me acuerdo ahora de unas declaraciones del genial pintor Antonio López que leí este verano: «La sociedad capitalista ha creado unas formas diabólicas de supervivencia. Mientras los que manejan los hilos no sean víctimas de esas marranadas, no habrá solución. Se va a maquillar todo y no se hará nada». Según esta tesis, se abren dos escenarios para explicar el optimismo que están filtrando. Una: los que manejan están peor de lo que dicen y por fin actúan, o dos: están maquillando a saco, mientras luchan por mantener su chiringuito. Dime pesimista, pero me decanto por la segunda. Voy a taparme las ojeras.
«El Berenjenal» en Interviú.