Los semáforos son paréntesis, pequeñas trampas de un minuto y medio que paralizan la vida de las ciudades y nos colocan cara a cara con la realidad, a veces con nosotros mismos (¡hay que ver lo que se llega a pensar en coche!), otras con la realidad exterior, casi nunca agradable.
Este hombre exhibe su discapacidad con regularidad e intenta ganarse la vida vendiendo pañuelos. Un 90% de los conductores le dirá «no, gracias» e intentará mirar hacia otro lado. Él no insistirá y seguirá preguntando en su búsqueda de la caridad con un tiempo limitado. Cuando arranquemos nos sentiremos un poco culpables y nos recordaremos que ya ayudamos de otra manera, de muchas maneras. Pero no podremos evitar pensar en su historia. ¿Cómo habrá llegado hasta este punto? ¿Nosotros lo haríamos? Llegada la luz verde, arrancamos, creemos huir, pero solo es un pequeño acelerón hasta el próximo semáforo.
«Fotodiario» en El Periódico