A menudo me preguntan si se puede hacer humor de todo, si hay algún límite. Suelo decir que, aparte de tu sentido común (eso, el que lo tenga), que te va guiando, sí hay un límite: ese límite es el dolor. El dolor, la pena, la tristeza… Grises sinónimos para un territorio estéril donde no hay broma que valga, donde no brota la sonrisa, donde no es de recibo plantear un solo chiste. Es cierto que luego está la famosa fórmula de 'tragedia tiempo = comedia'; pero cuando estás jodido, el tiempo pasa muy lentamente y la perspectiva no existe, todavía no la has vivido.
Pensaba en todo esto al conocer las últimas cifras del paro y ese maldito récord de los seis millones. ¿Dónde está la gracia? España es ahora un país triste. Cabreado, sí, pero también triste. De ceños fruncidos, pocas celebraciones y mucha mar de fondo. Así las cosas, ¿dónde nos colocamos los humoristas? Les confieso que a veces se te pasan las ganas. Ves el patio y piensas: «¿Pero cómo voy a mirar hacia otro lado? ¿Adónde voy con el surrealismo cachondo o el costumbrismo y las experiencias personales?». Piensas cosas así y luego te animas tú solo o te anima alguien inesperado. De alguna manera, es la misma gente la que te manda un chispazo.
Leí en Twitter un mensaje dirigido a mí: «Creo que ahora en España la única forma de contar lo que pasa es a través de los programas de humor». Cuando leo eso, me vengo otra vez arriba y pienso que ese debe ser el nuevo (o renovado) sentido de nuestro trabajo. (Ojo. Que cada uno haga lo que quiera. Yo no soy nadie para dar consejos). Lo que yo pienso es que ahora más que nunca debemos buscar la sátira entre las costuras de esta desagradable realidad. Convertirnos en válvula de escape de esta gran olla a presión. Humor casi terapéutico que no puede ni quiere olvidar lo que está pasando. Al revés. Humor con los pies en el suelo de la realidad por negativa que sea. Hay que pensar así y disfrutar de una risa útil, higiénica, renovadora, de la calle%u2026 Hay que hacerlo aunque haya seis millones de motivos para no salir de casa.
«El Berenjenal» en Interviú.