Estos tiempos

Lunes, 27 de julio de 2009

Berto y Andreu

Son tiempos de crisis. De verdad. Muchos meses atrás, nos parecía una conspiración inventada, un miedo generado desde los centros de poder económico y político, algo que no iba con nosotros. Hasta que el tsunami creció, la ola se hizo gigante y nos ha alcanzado a todos de alguna u otra manera. Porque el mundo actual está interconectado. Aumentan las cifras del paro (el único indicador fiable, según Leopoldo Abadía) y cada día conocemos un caso cercano de impotencia y cabreo. ¿Qué hacer ante todo este panorama? Hay dos opciones. La primera es esa: cabrearte, no entender ni asimilar, comportarte como el rico al que le han robado el coche, no leer más allá y esperar el retorno de una «normalidad» que jamás volverá.

Los propios políticos cuando hablan de «recuperación», lo hacen como el médico que te dice «esto pasará y usted podrá volver a hacer vida como antes». Nos dicen lo que queremos escuchar. Pero me temo que esto no será así. No habrá «vida como antes», por el mero hecho de que las cosas se transforman, evolucionan y cada paso es el resultado del anterior. Y ahora con más motivo, ya que han caído las caretas de los especuladores del ladrillo y los financieros poseídos por la codicia que les ha llevado hasta el precipicio. Se diría que hay un montón de valores que han caducado, se han podrido y han puesto a la sociedad en alerta. Es bien sabido que el ser humano solo aprende a base de trompazos: lesión-reacción.

Son muchos los que especulan sobre si el terremoto mundial que vivimos, logrará cambiar nuestros valores, aportándonos más solidaridad, justicia y sentido común. Las primeras previsiones/opiniones son muy negativas, como si el hombre hubiera perdido la confianza en si mismo. Ahí están los libros de historia para confirmar nuestra incapacidad de aprender.
Yo, que soy optimista, creo que algo quedará. No olvidaremos tan fácilmente a los que se emborracharon con nuestro dinero hasta hacernos partícipes de «su» problema. Esos borrachos creían que un mundo desequilibrado y peligrosamente injusto, podía ser una opción de futuro. Pues no, listos, que sois unos listos. Hay un montón de gente que dice: «yo trabajo como siempre, cobro menos y he perdido calidad de vida». Pues, a lo mejor, es que vivías por encima de tus posibilidades y te habías creído el falso bienestar sin pensar en algún momento si nuestras torres de marfil, estaban construidos sobre arenas movedizas.

Nosotros, los del espectáculo, también recibimos los coletazos de la dichosa crisis de los cojones. Pero es lo que hay. Tendremos que aguzar la imaginación, sacar más jugo de las cosas, regresar a métodos más sencillos y puros de trabajo, no dilapidar la pasta, bajarnos los sueldos y, sobre todo, hacer reír. Pero, esta vez, con el compromiso de lanzar toda nuestra artillería de risas contra todo bicho viviente que sea sospechoso de medrar, engañar, estafar, esconder o tergiversar las cosas. Vale, han cambiado las reglas del juego, pero nos queda nuestro olfato, nuestra mala leche y nuestras ganas de cambiar las cosas. Hay algo que oigo muy a menudo: «gracias por divertirnos en estos tiempos tan jodidos». Bueno, pues no se preocupen. En septiembre volvemos con más ganas que nunca. Y las ganas ni se compran, ni se venden, ni se devalúan. Es la materia prima de la que están hechos nuestros programas. Ganas, pasión, estómago y una manera de entender la vida por muy cabrona que se ponga.

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