Me propongo escribir algo sobre lo que pienso acerca del paso de Rafael Santandreu que tanta polvareda ha levantado. Quizás demasiada. También quiero aclarar, si es que hace falta, algunos detalles de aquella noche, los motivos por los que le invitamos y mis conclusiones, siempre personales, sobre el tema.
Fui yo el que pedí a mis excelentes compañeros del equipo de producción de invitados, traer a Santandreu. Me parecía interesante conocer al protagonista de uno de les éxitos editoriales más sonados de los últimos tiempos. Unos días antes, me enseñaron la famosa entrevista escrita y contestada por él mismo. Aquello me pareció alucinante e inédito para mi, como ya dije en antena. Y llegó el día. Mi equipo le comentó antes de empezar que yo iba a mostrar la entrevista escrita (fue idea mía) y yo mismo le dije que me planteaba una conversación con un buen debate sobre el tema de fondo: el mundo de la autoayuda. Ningún problema. Santandreu venía a favor y eso es de agradecer. Y así lo hicimos. Por lo tanto, no se puede hablar de una escenificación pactada, ni de un sketch. Lo que se hizo es no esconder ninguna de nuestras intenciones al invitado (siempre lo hacemos así) y explicarle las bases sobre las que íbamos a hablar ante el público. Luego, efectivamente, había que conversar y ver como evolucionaba la charla. Nadie sabe cómo saldrá una entrevista y eso es, precisamente, una de sus grandezas.
La charla, según mi punto de vista, fue muy sincera y honesta. Los dos dijimos lo que pensamos. Mostré la entrevista escrita sí, y él pudo explicar por qué lo hizo, desgranar sus ideas y convencer o no hacerlo, a todos los que le vieron. Tuvo tiempo y espacio para ello, algo que siempre garantizamos en el programa. Para nosotros, esto es muy importante.
Personalmente, cada vez discrepo más sobre este mundo de la autoayuda. Pienso que es un castillo de arena, construído sobre los miedos de la gente, la persistente inestabilidad en la que vivimos y el miedo atávico sobre el futuro. La vida es jodida, lo sabemos, y a veces nos bloqueamos y buscamos argumentos e ideas que nos arrojen algo de luz. Es comprensible, no sé si recomendable. Pero debo decir que cuanto más mayor me hago, más escéptico me vuelvo. Creo que una buena charla con amigos de verdad, te da mucha claves para vivir. Creo que una buena peli, un buen libro, un ensayo, una novela, un poema, una obra de teatro, un paseo con calma, abre la mente y enseña los caminos. Siempre ha sido así. Si todo eso falla, o no, siempre se puede acudir a un buen y reputado profesional. No estoy en contra de la psicología, la buena, y todas sus ventajas ampliamente contrastadas. Al contrario. Lo que me escama es ese culto a la superación a toda costa, el éxito (ese becerro de oro actual) y la busca de la felicidad, propagado por nombres-marca que suena a hueco, a reiterativo y oportunista. Creo que la mayoría de la gente piensa así y que hay un cierto hartazgo general, pero eso es solo una impresión personal.
No conozco con detalle la obra y el trabajo de Santandreu. No lo suficiente para valorar y examinar sus tesis y pensamientos. Lo que he leído no me ha convencido. Y tampoco lo hizo en la entrevista. No disipó ninguna de mis alarmas sobre el tema. Pero eso no quita que deba agradecerle su paso por el programa y la disposición que mostró. Siempre digo que un late es (o debe ser) un escaparate sobre la vida y sus protagonistas. Nuestra obligación es hacer de intermediarios para que todos se expresen. Luego, como siempre, es el espectador el juzga y saca sus conclusiones. Tú debes garantizar una condiciones honestas y favorecer el espectáculo. Eso es lo que intentamos cada noche en «Late Motiv».