Proyecto para emitir moneda propia solo en el programa Late Motiv. Billete de 1000 nadas.
Moneda propia
La gran Concha
Concha siempre nos regala grandes noches de televisión. Eso está asegurado. La empatía con el público de la actriz no soporta ninguna comparación: es sencillamente la mejor. La invitada soñada.
Está llegando a los ochenta pero es la más joven. Sigue enamorada de su oficio, del público, de «la vida» como ella misma asegura con su simpatía sincera que nos desarma a todos. Nos gana. Las entrevistas con Concha Velasco siempre, siempre se quedan cortas. Solo podemos agradecerle, una vez más, que pese al ajetreo que lleva, siempre encuentre un hueco para venir a vernos, para recordarnos que podemos ser mejores.
Volver a vernos
El retorno me regala reencuentros. Con mi equipo, con el público, con amigos y compañeros. Me hizo mucha ilusión que Gemma Nierga acudiera como invitada. Cuando veo a Gemma, me veo a mi mismo. Nos veo a los dos. Empezamos juntos en Radio Barcelona a principios de los 90. La época más emocionante que recuerdo de todos estos años de oficio. Aquello era un hervidero de ganas, de voces, de trabajo divertido. No reparábamos en ello, pero nos estábamos formando con «fuego real». Inolvidable.
Ha pasado el tiempo y aquí seguimos. La SER ha prescindido de Gemma y ella lleva todo lo bien que puede ese duelo. Es buena, es lista, le gusta demasiado todo esto como para embarrancar. Sigue teniendo la luz de siempre y estoy convencido de que el futuro le prepara retos donde podrá poner a prueba toda su madurez.
El programa ha empezado con buen tono, con nuevos compañeros que se suman a un elenco fabuloso. Va a ser una gran temporada. Seguro.
El espectáculo de la música en televisión
Una vez, un directivo de televisión me dijo, con sorna, que no entendía por qué poníamos música en el programa. Me pareció que no valía la pena contestarle. Alguien que lo pregunta es alguien que no lo va a entender. Ni le gusta. Anoche pensé en él tras la actuación poderosa de los Vintage Trouble. Si lo vio, que no lo creo, quizás lo entienda.
La música, la buena, es un espectáculo televisivo de primer orden, El rock se lleva bien con el humor. En todo el mundo civilizado lo saben y lo practican. No hemos inventado nada. Sencillamente lo disfrutamos.
Risto: reír es la única salida
«El humor sirve porque si viéramos la verdad saltaríamos de una roca. Es pensar que cada día se puede ser mejor pero nunca se llega a estar bien» Jonas Jonasson
Lo primero que quiero aclarar es que yo no estoy en guerra con nadie. Lo digo porque algunos medios, ávidos de refriega, titulaban así. Una guerra se produce cuando dos se quieren pelear y aniquilar. Al menos por mi parte, no tengo la mínima intención.
Lo primero que pensé al leer tu artículo es que se trataba de una broma. Eso debe de ser deformación profesional. Como soy cómico (casi veinticuatro horas al día) creo que todo el mundo está siempre de cachondeo cosa que, por cierto, sería fantástica aunque utópica. Pensé que no podía ir en serio que una persona tan lista como tú, tan conocedora de los medios, sus claves, sus repercusiones, tan inmersa en ellos y que lleva tanto tiempo navegando bajo los focos, se apuntara también a limitar el humor. No puede ser y seguramente no sea así.
Te cuento cómo va mi cabeza de payaso (hasta donde yo sé): yo me río de TODO. A veces lo digo y lo hago, otras no. La gente de la calle es «peor» que yo, benditos sean. Los chats de «wasap» serían la radiografía del humor español. Descarnado, inmisericorde, negro a veces, rápido y afilado. Y en ese país, con esa gente, estoy yo y eso es lo que he mamado. Trabajo para ellos y para mí. Los de mi equipo y de mi productora son también así. Bendiciones para ellos, parafraseando a Sandro Rey. Mi combate permanente consiste en estar siempre a la altura de eso. Mi archienemigo: lo blanco. Por intrascendente, por neutro, por «olvidable». El día que sienta que pierdo ese combate, que me he acomodado, que respeto demasiado, será el momento de dejarlo. Vendrán otros cómicos con menos escrúpulos, como debe de ser. Como dice mi amigo Xavi, hacemos humor hasta de lo que respetamos. Ahí está nuestra naturaleza. Es algo bipolar, lo sé, pero es así. En la calle, los bares, las oficinas y los chats, se hace mucha broma con tu boda y vuestra diferencia de edad. Y conmigo también. De mis idas y venidas o de lo que sea. De eso no se salva ni Dios. Entenderlo es relajarte y, al menos yo, no siempre lo consigo. Te invito a que revises tus niveles de autoparodia. Siempre son bajos, al menos los míos. Si me llegara, me pegaría una patada en mis propios huevos para activarme.
Veo que has enfocado tus quejas hacia lo emocional y personal, hacia el triunfo del amor y nuestros prejuicios. Incluso añades unas cuantas citas de personas en tu misma o parecida situación. No puedo estar de acuerdo, porque yo no hacía bromas sobre ellas, no las conozco. Hacía broma con lo tuyo. Hacía broma sobre ese señor con gafas llegado de la publicidad que irrumpió como un ciclón en la tele, siempre enfadado y con malos modos. El señor que luego aclaró sus gafas, derivó hacia la autoayuda negándola, luego pasó a entrevistador y ahora regenta un programa sobre el amor (o no). Es decir: EL PERSONAJE. Nada personal, como los negocios.
Pensé (y sigo haciéndolo) que al hacernos partícipes de tu bonita historia de amor por tierra, mar y aire (de la que me alegro), estarías preparado para la ironía, la burla, la chanza, la parodia y todo eso. La parodia no cuestiona nada, se queda en la superficie, las formas. El fondo es íntimo, nada que decir.
Si en algún momento te has sentido mal, te pido disculpas pero no puedo parar. No sabría como hacerlo, dejaría de ser yo, de ser nosotros. Después de casi treinta años en esto, sé que el humor es como el respirar, la única salida. Me equivoco unas tres veces al día (incluyendo la jornada laboral) pero sigo adicto a esto, a pasear por el alambre de lo correcto y caerme a veces, soy un yonqui de la risa acompañado por un maravilloso grupo que disfruta de la provisional y mágico de todo esto. Y así seguiremos.
Te diré más: te invito a que vengas a mi programa (como ya hice cuando sacaste el video de «Mía») para reírnos juntos. En aquella ocasión no pudiste, pero mi sofá sigue a tu disposición y al de tu esposa. Ojalá, en tu próxima visita se cumpla lo que tu mismo dijiste la última vez que coincidimos en un plató: «lo más maravilloso que hay en la vida es que alguien te haga cambiar de opinión». Seré yo, Señor?