Parecidos irrazonables
Miedo
Por lo que se puede apreciar, el Homo Antecesor, ya experimentaba una sensación muy desagradable: el miedo. Visitó hace poco el programa, con motivo de la entrevista a Juan Luís Arsuaga, pero entre bambalinas coincidió con La Niña. Ésta se limito a decir: «Mira… un perrito». Había que ver la cara del hombre prehistórico, acostumbrado a cazar para comer, a defenderse para vivir, absolutamente atemorizado. ¿Qué le vería a La Niña?
La niña
Un lujo
El lujo de poder contar con Revilla como «colaborador mensual» del programa. El lujo de que te pregunten: «¿Cómo ves la entrevista? El presidente es un gran aficionado a la pesca». El lujo de garabatear un muelle en un papel y pasarlo a mi equipo. El lujazo de descubrir más tarde que los compañeros de atrezzo, lo han hecho mucho mejor de lo que yo hubiera imaginado. El lujo de hablar sin prisas con Revilla. «33 minutos», pude leer en un monitor. ¡Llevábamos 33 minutos de entrevista! Bueno, ¿y qué? Seguimos, nos reímos y pude notar ese pinchazo especial que te está diciendo «esto es la televisión que me gusta hacer». Libre, creativa, que estruja y saca hasta la última gota de las posibilidades que da el medio. Y mañana, a superarnos.
Por eso me maquillo cada tarde y me emociono. A pesar de los presagios agoreros y apocalípticos para el 2009. A pesar de la tele que ves y que se supone que funciona. A pesar del apagón del 2010. Yo sigo en esto para poder subirme a un muelle de madera y ponerme una guitarra al lado, por si me animaba. Sigo en esto porque me rodea el equipo más completo y experto que jamás he tenido. El pesimismo no entra por la puerta de nuestro plató. Nosotros «hacemos cosas». Nada malo puede pasarnos.
Histórico
La televisión ha cambiado. Para bien y para mal. Lo malo ya lo conocemos. No hace falta dar nombres. Más que «malo» es que no me interesa. Incluso respeto a los que les gusta. Cada uno hace con su tiempo y sus neuronas, lo que quiere.
En la parte buena de la tele, según mi opinión, vive y crece El Follonero. Es un crack. Sólo un grande puede agarrar a Ansón por el pelo para comprobar si lleva peluquín. Y encima hacerlo con la complicidad del propio agarrado.
Pero es que, además, significa un montón de cosas. Significa que le hemos perdido el respeto a ese tipo de gente que durante muchos años han hecho que este país fuera un poco menos habitable. Ansón con sus estrategias reconocidas anti-Felipe González, cayó el domingo en las garras humorísticas de un reportero joven, de nueva generación que desdramatizó y relativizó su papel en el presente y el futuro del periodismo. Todo con un estirón de pelo amable y cachondo.
Me acuerdo ahora de una frase de Pepe Rubianes: «nene, no te fíes nunca de la gente que lleva peluquín». Bravo Follo.