Un hombre se me acerca en un restaurante. «Solo quería darte esto. Gracias». Y se va. Miro la nota y me emociono. Y decido colgarla en mi camerino para que me recuerde lo importante que es nuestro trabajo.

Un hombre se me acerca en un restaurante. «Solo quería darte esto. Gracias». Y se va. Miro la nota y me emociono. Y decido colgarla en mi camerino para que me recuerde lo importante que es nuestro trabajo.
Lleva media vida ante nosotros y parece el más moderno de todos. Es un poeta disfrutón, hombre de calle y de buenas (muy buenas) canciones. Siempre fue un avanzado y eso nunca se pierde, más bien al contrario. Se reinventa, se da tiempo, rechaza lo previsible. Se diría que si no se divierte no trabaja, si no prueba cosas no se mete en harina. Si hay que esperar se espera, que llevamos todos mucha prisa para no llegar a ningún lado.
Y así es como Kiko maneja los tiempos y piensa con calma y con sorna. Como debe ser. Me gustó estar a su lado. Escucharle y embobarme cuando cogió la guitarra y nos hizo cantar a todos.
Hay gente así. Muy poca y por eso son tan especiales.
El actor Jesús Vidal es inspirador, encantador, buena persona, razonable y con sentido del humor. Lo tiene todo. Por eso nos inspiró una grandiosa imitación de Raúl Pérez que pudimos abordar con su complicidad. Todos nos emocionamos, convencidos de que habíamos rozado un buen momento televisivo. Nos hizo mejores. Gracias Jesús.
Dicen que lo usaba muy a menudo Johnny Carson, uno de los padres de los late shows. Tuvo programa durante unos treinta años. Intentó aplicarlo, aunque cueste. Aunque sea difícil hacerlo fácil. De eso se trata.