¡Qué ganas de que llegue el verano de verdad para volver a montar mi chiringuito «pinturero»! Soy pintor estacional. A la que llega el calor, salgo al aire libre, extiendo papeles y dejo que los colores broten en libertad. Un placer. Vienen amigos y me preguntan: «¿qué haces? ¿Por qué llevas las manos manchadas?». «Bah, nada. Cosas mías…». Y sigo (la mayoría de amigos ni lo ven. No los culpo. No hay interés, importan otras cosas). Y yo no desconecto porque conecto con otra realidad, más subjetiva, más anárquica. En mi oponión, mucho más divertida. Es el misterio apasionante de ver nacer formas, cuerpos, símbolos que ni tú habías imaginado. Pero es tu mano, tu pincel el que les da la vida. ¿Dónde estaban? Todo eso viene con el calor… Está llegando.
(¿Qué haré con todo este material? Ni idea. El placer verdadero es pintarlo. Vender… Hay alguien que esté vendiendo algo, lo que sea, en este país? Pues eso)