Barcelona, Passeig de Gràcia. En este día lluvioso y desapacible, la boca de metro en obras se convierte en algo amenazante. Se diría que las vallas que protegen a los transeúntes de las incomodidades de la reforma encierran, al mismo tiempo, a un animal peligroso. A la derecha se aprecia un fragmento de la Casa Batlló, que en materia de misterios y apariciones mágicas sabe un rato largo (sin duda Gaudí se quedó a gusto utilizando su iconografía).
Así las cosas, pensé que las ciudades bonitas y luminosas encierran también su lado terrorífico. El metro, sin ir más lejos, es un complejo sistema digestivo de la ciudad. Mecánico y en movimiento. Poblado de miles de personas que se mueven por sus intestinos de cemento. Según esta apreciación paso a rectificar el título inicial. Esto no es una boca. Esto es un culo muy feo por el que salir al exterior exclamando: «¡Vaya mierda!».
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