Verde que te quiero verde

Sábado, 20 de abril de 2013

Me llegó un vídeo a través de Twitter. Se trataba de Primavera Verde, y no tardé ni dos minutos en lanzarlo de nuevo a la red, que es la manera actual de apoyar algo. ¿Por qué lo hice? Pues porque, como puse en mi blog, se trataba de «la dignidad mirándote a los ojos». Es un vídeo sencillo, pero eficaz. Directo, honesto, donde el ruido y el escándalo de los afectados por las hipotecas adquiere una dimensión humana y serena. Son hombres y mujeres de todas las edades y procedencias (futuros sin techo) mirando directamente a cámara y soltando verdades como puños, dramáticas evidencias, animándote a actuar… Es magnético, no puedes mirar hacia otro lado. En el vídeo hay algún votante del Partido Popular, gente humilde que nos recuerda que «Europa ya nos ha dicho que no es justo» y que no se trata de politizar el conflicto, sino de humanizar las soluciones.

Si tienes dos dedos de frente, algo de corazón y de sentido común, te quedas petrificado. No tienes otra alternativa que la de apoyar. Ahora que los escraches famosos están en el ojo del huracán, muchos aprovechan para criminalizar a la PAH, desviando el foco con la insana finalidad de seguir desoyendo el clamor popular. Sí, los escraches son agresivos. No pueden ser de otra manera. ¿Qué haríamos si estuviéramos en su situación? Es gente que se queda sin casa, ante las casas de los que pueden y no quieren evitarlo. Delicadísima ecuación, sin duda. Pero si creen que a golpe de leyes preventivas y desesperadas van a callar a los afectados de la PAH, lo llevan claro. Hay una rabia colectiva, una evidencia que pesa toneladas y que seguirá empujándolos a seguir pidiendo justicia social. Las medidas serán más o menos afortunadas; pero como les asiste la dignidad, no cejarán en el empeño y, al final, lo conseguirán. Estoy convencido.

Mientras tanto, resuena la sabiduría del desaparecido Sampedro y ese desencanto que tiñó sus últimos años de vida. ¡Dejó dichas tantas verdades! Una de ellas: «Vivimos en una democracia autoritaria, donde el pueblo no es soberano». Ahí queda eso.

«El Berenjenal» en Interviú.

Pajaritos por aquí, pajaritos por allí

Lunes, 15 de abril de 2013

Tengo la inmensa suerte de poder vivir en el campo, lejos de la ciudad y en pleno contacto con la naturaleza. Suelo levantarme muy pronto (inexplicablemente) para desayunar y escuchar la banda sonora que me brinda gratuitamente el entorno. Mi debilidad son los pájaros y su delicada sinfonía de reclamos. Nunca algo tan simple me pareció tan bonito. Pero algo ha cambiado.

Desde que el candidato venezolano Maduro desveló que Chávez se había comunicado con él en forma de pajarillo (histórica la recreación del sonido del propio Maduro), estoy en un sinvivir. A ver si lo que yo escucho no son solo unas aves graciosas. ¿Y si me están dando las claves de la política nacional e internacional y yo no me entero?

Últimamente presto más atención, afino el oído, incluso las grabo y las paso a velocidad lenta o hacia atrás. Me siento como Iker Jiménez. Pero nada, no hay manera. Debo decir que hay jilgueros, palomas, gallos, muchas tórtolas y hasta algún búho. Ni rastro de espiritualidad. Algo trastornado y mediatizado, llegué a creer que un graznido grave podía ser el de Juan de Borbón opinando sobre sus polémicos herederos y la tormentosa situación actual en La Zarzuela pero… no. No voy a mentirles. No hay resultados.

Cerré mi campamento de observación y me tomé un café siempre con mi fiel perro al lado. Ayer me dijo: «¿Tú crees que de verdad todos somos iguales ante la ley?». No supe qué contestarle y cambié de tema. Acabamos hablando del Barça, del Papa, de Feijóo, del Rajoy «plasmado» y muchas otras cosas. «Bueno, me voy a trabajar», le dije para concluir. «Vale. Pero recuerda: los animales no hablan», sentenció. Acto seguido se lamió sus propios genitales.

«El Berenjenal» en Interviú.

El instinto

Miércoles, 3 de abril de 2013

Hay trabajos que te hacen mejor persona. Pocos, pero los hay. Y cuando eso sucede, tienes la necesidad de contarlo, de compartirlo, porque lo mejor es compartir lo bueno. Eso es lo que noté la otra noche en Barcelona cuando pusimos en marcha el ciclo de conferencias Instint. «Conocimiento entretenimiento», así lo denominamos.

Invitamos a personas listas que estimulen el pensamiento, las ganas de salir adelante, de luchar por lo tuyo, de recuperar tu dignidad y las ponemos en contacto con un público masivo en un teatro. El primer invitado no podía ser otro: Ferran Adrià. El hombre que revolucionó la cocina ahora se propone revolucionar internet. Ya verán… El caso es que, después de más de dos horas con Ferran, sacamos en claro algunas ideas básicas. Por ejemplo, que el éxito, en sí mismo, no es ningún objetivo. «Tienes que mirarte al espejo y preguntarte si eres feliz. A partir de ahí, trabajar y trabajar por lo tuyo».

A Ferran no le gusta la palabra éxito, ni triunfo, ni todas esas patrañas que no son más que zanahorias atadas a un palo. Ferran te anima a seguir tus instintos, a ponerle emoción y pasión. Ferran se pregunta continuamente el por qué de las cosas y cómo podemos mejorarlas. Dijo muchas cosas y pidió muy en serio que no se escatime ni un euro en investigación, ni en innovación. «Hay que invertir en eso a corto y largo plazo, porque es lo que asegurará un futuro a los más jóvenes de este país».

¡Ojalá le hicieran caso nuestros dirigentes! Todos esos políticos más preocupados por apagar incendios que por sembrar y construir. ¡Ojalá hicieran caso de sus instintos! Porque los instintos, la intuición , el sentido común, están conectados directamente a la razón y la eficiencia. Lo demás es humo, fuego, que una vez apagado solo dejará un bosque quemado. Y yo no quiero que España sea un bosque quemado.

«El Berenjenal» en Interviú.

Cuidado con ‘Mongolia’

Jueves, 28 de marzo de 2013

Ya que, por lo que veo, todos estamos de acuerdo en que el nuevo Papa es muy humilde, me quedo mucho más tranquilo y me permito hablar de otra cosa. Hay más temas, lo juro. A riesgo de quedar como un excéntrico, ahora voy a hablar de algo que me gusta. Miren, en realidad, lo que más me emociona de mi mundo (laboral) es buscar talento. Abrir los ojos y las orejas a todo lo nuevo, sorprendente, rompedor, con futuro. Acercarme a él. A veces captarlo, otras sencillamente disfrutarlo. Así es como me he ganado la vida durante los últimos treinta años. He intentado ser un cómico decente y rodearme de talento. Disfruto mucho más con alguien nuevo y prometedor que con un veterano pagado de sí mismo que te va refregando su biografía continuamente. Me aburre ese tipo de gente. Son pasado. Si algún día me comporto así, dispárenme en una pierna, por favor.

Por eso disfruté como un loco la semana pasada, cuando me tocó presentar en Barcelona El libro rojo de Mongolia, rodeado de sus locos y geniales creadores. Ya hace tiempo que vengo siguiéndolos así como de lejos, no me vayan a soltar un sopapo. (Sí. Tienen mala leche). Son gente moderadamente joven, valiente, incorrecta, incómodamente satírica, visceral y provocadora. ¿Cómo no iba a estar bien con ellos? Encima me invitaron a cenar en un sitio bueno.

Creo, sinceramente, que los de Mongolia han llegado para quedarse, para darnos un baldeo a todos los del gremio y para señalar los nuevos caminos del humor. Cada nuevo número de Mongolia es un pequeño (gran) acontecimiento. Usan bien las redes, cuidan a sus seguidores y saben manejar su ambición. En esta España del cabreo, se han calzado los sombreros de papel de periódico y se han inventado otro país insobornable que solo existe en sus mentes retorcidas y críticas. Mongolia. Puede que no estés de acuerdo con algunas de sus fobias, pero hay que reconocerles el talento y agradecerles su trabajo.

«El Berenjenal» en Interviú.

Chávez y el mundo

Sábado, 16 de marzo de 2013

Ha muerto el presidente venezolano y vuelve a crecer una ola de controversia cuando se intenta explicar su mandato u opinar sobre su obra y su legado político. Otra vez vuelvo a preguntarme: ¿por qué se penaliza la discrepancia? ¿por qué se ponen barreras a la verdad, amparándose en las banderas?

Releo algunas de las pocas entrevistas que el comandante concedió a medios extranjeros. Siempre cabreado, a la defensiva y con un argumento desafiante: «¿Quién es usted para venir a hablarme así a mi casa, a mi país, donde yo mando y he sido elegido? Esta conversación ha terminado». También me acuerdo del primer viaje de Jordi Évole con «Salvados» a Venezuela. De cómo fue confinado a la última fila de una rueda de prensa autoparódica donde se le impidió preguntar. El pecado de Jordi, horas antes, fue una inocente broma a Chávez a cien metros de distancia. El populismo lleva mal las bromas.

Casualidad: sucede todo esto mientras estoy en Burgos en el Tercer Congreso Iberoamericano sobre Redes Sociales. He sido invitado para charlar con Ana Pastor (la periodista que no atiende a amenazas), y lo más seguro es que hablaremos del periodismo en las redes. De la imparable fuerza de la verdad que corre como la pólvora en un mundo interconectado y, espero, cada vez más libre y democrático. En el mundo antiguo, los países eran habitaciones cerradas y mal ventiladas. Un hábitat perfecto para hacer y deshacer sin luz ni taquígrafos. En el mundo moderno, la red y sus enormes posibilidades son las ventanas por las que entra la luz, les guste o no les guste a sus propietarios. Esos propietarios que intentan, inútilmente, tapar las ventanas con las persianas de la censura. Otra cosa es la responsabilidad, innegable, que debemos exigir a los periodistas para que cuenten las cosas como son. (Demoledor el último estudio del CIS donde los españoles suspenden a los periodistas y a los jueces).

¿Qué quién somos nosotros para hablar de Chávez? Yo no sé quiénes son ustedes. Por mi parte, intento ser ciudadano de un mundo libre, justo y global. Global porque las decisiones de todos nos afectan a todos. Y mucho. Un mundo en plena transformación tecnológica, donde las comunicaciones son un campo abierto al que nadie podrá poner puertas. Se tardará más o menos en entenderlo, pero así será.

PD: Como diría José Mota: «Ahora vas, y lo tuiteas».

«El Berenjenal» en Interviú.

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