El papa de Roma que por el balcón ya no asoma

Viernes, 1 de marzo de 2013

«Gira il mondo, gira», pero el Papa se baja de él. Hoy me he dicho a mí mismo: «Andreu, no vas a hablar de Bárcenas. Ni de su abrigo de solapas negras como su conciencia. Ni de la peineta que nos regaló después de su viaje a esquiar». Vale. Me voy a hacer caso, a ver qué pasa. O sea, que sale del terreno de juego de los articulistas el susodicho Bárcenas y entra en su lugar el Papa de Roma. Un buen cambio. Salta el Papa al rectángulo de juego, pero lo hace por última vez porque ya se despide de la afición. Esta semana Benedicto XVI se va. Cuelga la vara. Punto. Fin. Decía un tuit días atrás: «¡Cómo estará el mundo que hasta el Papa dimite!». Muy fino. Ratzinger se guardó su secreto, no lo dijo a nadie y lo soltó como si nada en una comparecencia rutinaria. Tuvo que decirlo varias veces y subiendo el volumen porque ya se sabe que los pontífices hablan bajito, como para adentro. «Oye, que lo dejo». Silencio sepulcral. ¡Sorpresa en el Vaticano! Hasta el mismísimo Dios mostró su enfado mandando un meteorito contra la Tierra. Hay que saber leer las señales del cielo. Dios nos está diciendo, con esa roca en llamas, que eso se consulta antes y que no está de recibo que su máximo representante tome la iniciativa. Le han dejado con el triángulo al aire, a Dios. Personalmente espero que se le pase el cabreo. Si no, a la crisis mundial habrá que sumar un Apocalipsis, y por ahí sí que no paso. Ahora todo son suposiciones y el culebrón papal no ha hecho más que empezar. ¿Por qué se va en realidad? ¿Qué habrá visto este hombre para semejante desplante? ¿Entenderá la Iglesia que debe bajarse una actualización o se le colgará el sistema operativo? Igual les da por hacer un debate del Estado del Vaticano. Un debate de esos en los que todos se tiran en cara sus fallos y nadie mira por el bien común. Quién sabe… Quizás Dios.

«El Berenjenal» en Interviú.

Me faltan horas

Miércoles, 20 de febrero de 2013

Intercambio de e-mails con Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Laborales:

«Benvolgut Andreu: Te adjunto dossier informativo de la Comisión Nacional para la Racionalización de los horarios Españoles. Te invito a visitar nuestra página web, www.horariosenespana.es. Celebraría pudieras ser un excelente referente para promover una mejor utilización del tiempo. Te adjunto el Manifiesto por unos Horarios Racionales, con relación de firmantes referentes. ¡Ojalá fueras uno de ellos! Me complace felicitarte por tu reciente aniversario. Espero y deseo pasaras una muy grata jornada con un mejor aprovechamiento del tiempo. Me permito recordarte que estoy en la batalla de un mejor uso del tiempo, y la necesidad de unos horarios racionales normalizados con los de los demás países de la Unión Europea».

«Señor Buqueras: Le agradezco la felicitación y siento darle a usted dos malas noticias. La primera es que no lo celebré porque no tuve tiempo y la segunda, no cuente conmigo para la promoción de los horarios racionales. No puedo acompañarle en la batalla porque ya la he perdido. Un muerto no puede ir a una guerra. Considero su objetivo más que loable: titánico, justo, necesario. Le admiro. Lo que sucede es que desde hace unos años trabajo más que nunca y tengo la impresión de que los días son cortos, los objetivos inmensos y los horizontes ya ni le cuento. O sea, que hay que trabajar y trabajar y trabajar. Trabajar para poder trabajar. Me temo que nos pasa a todos. Es de locos. Multiplique usted por diez las reuniones de hace unos años y divida por diez también los réditos del trabajo. Ahí me encontrará. Optimista siempre, a la par que estresado. Así las cosas, ¿cómo voy a racionalizar mi tiempo, en un país que se bebió su razón hace más de un lustro?
P.D.: Le deseo toda la suerte en su cruzada y me pregunto: ¿me ha escrito usted durante su horario laboral o bien en su tiempo de ocio? Y otra más: ¿qué es el ocio?
Suyo (solo un rato, que ya voy tarde)»

«El Berenjenal» en Interviú.

Esto no es (B)ida

Domingo, 17 de febrero de 2013

No sé cómo funcionan de verdad los países. No sabría decir qué los cohesiona, cuál es la materia común que crea un vínculo entre los ciudadanos que viven dentro de esos países, pagando sus impuestos, alegrándose, sufriendo, soñando… En realidad, el concepto de país está ahora más en entredicho que nunca. Muchos lo explican como un sentimiento, y ahí es donde empiezan (y nunca acaban) algunos de los debates que marcan los tiempos actuales.

Lo que no podemos negar es que, en estos momentos, pertenecemos administrativamente a un Estado llamado España, «un lugar de desencuentro», como escribe Albert Sánchez Piñol en su reciente y brillante novela «Victus». Y España, ahora, solo tiene algo común entre todos sus habitantes: el cabreo. España está herida de gravedad con el escándalo de los famosos papeles de Bárcenas que salpican al partido en el Gobierno, empezando por su presidente.
Así no se puede (B)ivir.

Me sorprende la vehemencia, la contundencia con la que los afectados lo niegan todo. Si esto fuera una partida de póquer, puede decirse que los del PP van con todo, a muerte. Así que si se demuestra que van de farol, no les quedará otro remedio que irse en bloque. Cuando juegas tan fuerte, debes ser consciente de las consecuencias. La primera ya la estamos viendo: hartazgo y cabreo máximo de la población.

Yo creo que se prepara una primavera caliente como no hemos visto todavía. Aquellas pancartas donde se leía «No es una crisis, es una estafa» eran desgraciadamente proféticas. Mientras se pregonan y se aplican los recortes y la austeridad, unos señores, ¡en el Gobierno!, se lo llevaban crudo. ¡Esto no es vida! Con v y con b de bochorno. Mariano podría haber reconocido mamoneo en su partido (como en todos) y comprometerse a depurar inmediatamente. Podría haber pedido perdón y ponerse a trabajar desde ya, para recuperar lo que queda de confianza en la clase política. En lugar de eso, no dio la cara, salió dentro de una televisión y lo negó todo mientras le temblaba la voz. No es un hombre de Estado, y ahora los frágiles y cuestionados Estados necesitan hombres de verdad.

«El Berenjenal» en Interviú.

Llueve sobre mojado

Sábado, 9 de febrero de 2013

Estábamos el otro día trabajando (una suerte), cuando estalló el escándalo de los famosos sobres del Partido Popular. Nos fuimos a comer algo con los compañeros y yo me convertí en el encargado de amargar la comida al resto. «¿No os parece muy grave lo que está pasando en el PP?». Respuestas: «¡Psé!», «lo de siempre» y la más preocupante de todas: «sí, pero no va a pasar nada. Ya verás. Nunca pasa nada». Digo yo que cuando el ciudadano asume que nada (por grave que sea) puede cambiar una situación degradada, tenemos un problema más importante de lo que creemos. Pero yo me niego a asumir esa postura sumisa, una mezcla de hartazgo, desconfianza de la justicia, del sistema, de todo. Eso es tirar la toalla y hasta la pastilla de jabón al suelo, con lo peligroso que es…

NO. Si asumes eso, lo suyo es marcharse del país (¡a ver si encuentras uno limpio!) y desentenderte del mundo. Yo les dije: «La historia, por penosa que sea, sigue su curso y una cosa lleva la otra. Algunas todavía no las hemos vivido, pero ya se han sembrado miles de semillas de protesta y de discrepancia. Este ya no es un país anestesiado por un falso bienestar. Eso era antes. Ahora somos famosos en el mundo por nuestra deuda y por nuestra corrupción. Yo creo que van a pasar cosas. Hay demasiado drama social para que miremos a otro lado sin esperar reacciones. Hay demasiado paro, demasiada rabia, excesivo descontento… Ya veréis». No me creyeron y siguieron comiendo el menú barato, que no están las cosas como para grandes fiestas.

Veo políticos nerviosos negando evidencias, ganando tiempo, aireando el debate de la corrupción, cuando TODOS tienen muertos en la piscina que esconder. Veo que llueve sobre mojado. Veo un presidente sin credibilidad, no veo hombres y mujeres de Estado. Y también veo, al otro lado, a los ciudadanos de a pie, jodidos pero con dignidad, mirando fijamente a los ojos de sus representantes, como diciendo: «¿Hasta cuándo nos vais a seguir tomando por idiotas?». Una pregunta que exige gestos, medidas y pasos firmes. Depuración total. No es tiempo para medias tintas. A grandes males, grandes remedios. Si no es así, que se atengan a las consecuencias.

«El Berenjenal» en Interviú.

Videntes en televisión: recicladores de miedo

Viernes, 1 de febrero de 2013

Hace unos días me tocó dormir en un hospital como acompañante. Ya saben: esas camas diminutas que son sofás incómodos de día y potro de tortura de noche. Pero la tortura no era esa. Era peor, y apareció cuando puse la tele (muy bajita, claro) y presencié el desfile de videntes que ocupan la franja de la madrugada en televisión, a cual más estrafalario y con total impunidad. Vengo siguiendo el fenómeno con interés porque me gusta la tele, qué le voy a hacer, y todavía me gusta perder el tiempo dándole al zapping. Pero la otra noche todo me pareció especialmente grotesco, infumable, vergonzoso y yo diría que hasta delictivo.

De esto último no me hagan mucho caso, porque si no pueden pillar a un tío que se llevó 22 millones en negro a Suiza, cómo van a trincar a un iluminado que cobra por ver el futuro. Si eso, pedimos una auditoría externa, que siempre quedas bien. Bueno, a lo que iba: ¿se han percatado de la cantidad de frikis que aparecen en pantalla argumentando que tienen poderes? Recuerdo que pulsé una y otra vez el mando a distancia y ahí estaban. ¡Era infinito! Otro, otro, otro y otro… Intensos, falsamente cariñosos, con pelazo hasta la cintura, con túnica, sin túnica, con velas, con santos, con bolas, amanerados, en trance, enfadados, risueños… Los hay de todos los colores. Suelen estar acompañados de un presentador que subraya las hazañas con vehemencia y recuerda el número de teléfono una y otra vez. Porque ahí está el negocio. Aparentemente, funciona porque llama la gente.

¿Y cómo es esa gente? Pues son personas con miedo, con la incertidumbre en las venas. Gente sin mapas para seguir, apabullados por la realidad, seguramente sin buenos amigos, gente perdida que… ¡se lo cree! Y ellos, ese ejército de cantamañanas o cantamadrugadas, les sueltan una obviedad a medida, y la pasta a la saca. Son recicladores de miedos.

Todo lo que vi me pareció de una miseria intelectual apabullante y me acordé de aquellos tiempos en los que se nos dijo que la TDT era un salto necesario a la modernización de la tele. Una puerta que nos abriría muchas puertas. Un horizonte de nuevos contenidos, variedad, pluralidad, producción de calidad y un montón más de promesas que nos creímos. Todas esas promesas arden en las velas de los brujos. Yo sí que vi el futuro de la TDT: negro como el carbón. Bendiciones y buenas noches.

«El Berenjenal» en Interviú.

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