Así las llamamos en el ‘Nadie’: cárnicas pero sobretodo, si me permiten, personas.
Un montón de buena gente que decide conscientemente invertir dos horas de su tiempo para ver como Berto y un servidor improvisamos como si no hubiera un mañana.
Un cómico sin público es solo un señor diciendo tonterías. El público es la mitad de nuestro trabajo. Su complicidad nos completa y nos justifica. (Espero que también nos perdone). Gracias y Samanté por seguir ahí después de tantos años, en Madrid, en Barcelona o allá donde vayamos con nuestra ceremonia de la ignorancia.