Te dan diez minutos. Diez. Ni uno más, ni uno menos. Las promociones de los americanos son así. En ese tiempo debes ser rápido, ocurrente, educado, mostrar interés, hablar un poco de la peli, un poco de otras cosas, no alargarte, escuchar, replicar con rapidez, parecer natural, crear un clima de complicidad aunque sea virtual y, si puede ser, resultar interesante. Así que haces lo que puedes.

Fui a Roma porque me gusta Tom Hanks. Ya le dije que «no soy tan listo para saber si ésta u otra película es mejor». No sé si el género este de acción religiosa es muy bueno o normal, pero sí sé que Hanks siempre llena la pantalla. Jamás unos ojos tan pequeños, captaron tanto la atención. Fue un placer tenerle delante y la iglesia… detrás.

Me dice César Núñez, autor de las fotos del último libro del programa, que «no tenemos ninguna foto los dos juntos». Lleva razón. Optamos por hacernos la peor posible, moviendo la cabeza como posesos, con el fin de que el objetivo capte al azar el gesto más vergonzoso. Y lo conseguimos. Demasiadas fotos…

Cada visita de Ferran Adrià al programa es gratificante. El mejor cocinero del mundo sigue transmitiendo normalidad y pasión por lo que hace. Y discreción, cercanía, sensatez honestidad y una escala de valores que no distorsionan los premios, ni los oropeles. Es lo que tiene ser de L’Hospitalet.
Nuestro regalo fue un vídeo de los mejores que ha producido el programa. La repercusión mundial de una chorrada. Gracias a todos los que participaron.