Cuando alguien me mira así, tengo que dibujarlo. No hay otra opción.
Impulso
Hablar de lo nuestro (para empezar)
En El Terrat ha nacido «Bailén 20». Un espacio cien por cien digital. No es ningún encargo, ni se emitirá en ningún medio tradicional como hacemos desde hace tantos años. «Bailén 20» —presentado por nuestro nuevo director Agustí Esteve— es nuestra modesta aportación personal al mundo de los contenidos siempre que tengamos ganas de contar algo, motivos para hacerlo y tiempo para grabarlo.
Para empezar, hablamos de la comedia, de vivir de esto. Desafiamos a Groucho Marx que solía decir: «no hay nada más aburrido que hablar del humor». No sé si lo conseguimos, pero fue una buena oportunidad para agradecer el hecho de que podamos dedicarnos a algo que nos apasiona. Pusimos en común nuestras ideas, pasamos un buen rato entre compañeros y valió la pena. No sé como evolucionará este espacio pero, sin ponernos trascendentes ni pesados, quizás «Bailén 20» pueda llegar a ser algo así como una trastienda televisada de nuestro oficio, en todas sus vertientes.
El programa se realiza en nuestra nueva sede, donde un montón de gente trabaja cada día para seguir adelante con nuestro sueño. Como el primer día. Con la experiencia de todo lo vivido y ese motor infinito que es la curiosidad y el placer de seguir fabricando comedia.
Cuidado
En los tiempos actuales, parece que la mayor amenaza sea el sentido del humor, la sátira, el sarcasmo… Ese que ha existido siempre desde que el mundo es mundo y que tiene como único fin el alivio ejercido desde la libertad. No son un peligro los líderes mundiales enloquecidos, el creciente desorden internacional, la inacción interesada ante los conflictos. No es un peligro el capitalismo feroz que se reconstruye desde las alcantarillas, ni esos cargos públicos que se pasan lo público por lo púbico. No es una amenaza la corrupción que pudre el sistema haciéndolo cada vez más insano e insolidario. Todo eso no. El humor, los cómicos profesionales y los ocasionales son el peligro. Pues vale…
Orgullo cómico
Orgullo. Eso es lo que sentí anoche cuando vi lo que teníamos entre manos y como crecía ante nuestros ojos: el otro Bertín recibía al otro Hitler. ¡Bingo! Era magnético. No podías quitar ojo, te enganchaba. Siempre suelo decir que lo de la tele es perseguir buenos momentos. Somos buscadores de oro pixelado. Los buenos momentos, los buenos e irrepetibles de verdad son esquivos, se esconden entre los normales —que no es poco— piden tener mucha paciencia y perseverancia. Lo que vendría a ser tener oficio y amarlo. Cada noche buscando y buscando. Tirando la caña, esperando sin quedarte quieto porque cada noche hay programa y dura casi una hora. Pero cuando llega lo único te llena. Ríes, sientes orgullo y una especie de «gustera» que justifica todos los esfuerzos. Una droga de la que no quieres salir. ¡A por otro!
Parecía un gag pero era muchas cosas. Todas esas pequeñas cosas que, juntas, se llaman televisión. Gracias al equipo de guión y a los actores Javier Quero y David Fernández.
Los malabaristas del humor
Es una viñeta de hace más de un año pero sigue vigente. Siempre lo estará. Por desgracia. O no. El gran Eneko refleja los continuos equilibrismos de palabras y de ideas que manejan (o deberíamos hacerlo) los humoristas. Decir sin que lo parezca. O sí: ir de cara con la risa por bandera. Señalar riendo y abriendo las mentes. Dejar la carretera principal de la corrección y el discurso único e interesado para coger las secundarias del sentido común, del sentir popular, el latido de la calle, de los bares, de la gente normal. Ahí nace el humor.
«Los cómicos hacen reír y los humoristas además hacen pensar» —dejó dicho George Burns—. Buf!!! Que responsabilidad pero como mola!!! Los humoristas: tan necesarios como vigilados. Tan celebrados como temidos. Quizás en la adrenalina de esa búsqueda constante, de esos malabarismos, ese driblar al poder, esa provocación pura y dura cargada de complicidad con sus seguidores, reside su atractivo y su adicción. Porque esto es una adicción (legal, de momento) en toda regla.