Así te recibe Raúl Cimas en el programa. Una presencia imponente acorde con su talento. «¿Qué pasa?» —le preguntó el productor Xen Subirats— «¿Vienes de comer calçots?». Raúl no dijo ni que sí ni que no.

Así te recibe Raúl Cimas en el programa. Una presencia imponente acorde con su talento. «¿Qué pasa?» —le preguntó el productor Xen Subirats— «¿Vienes de comer calçots?». Raúl no dijo ni que sí ni que no.
Raúl Cimas se va haciendo más grande a medida que pasan los días y los programas. Aumenta su surrealismo, su mundo interior en el que vive toda una familia inventada (o no), la ciudad de Albacete y el resto del mundo, Cuerda, el buen cine, los clubs de comedia, la noche, la tarde, el campo y un curioso y genuino sentido común de cómico irrepetible.
Por eso aumenta su tamaño. El real y el figurado (que es mejor). Por eso todo el mundo dice que está en su mejor momento. Por eso, cuando él viene, yo siento que no trabajo y me convierto en su espectador más privilegiado. ¿Hasta dónde llegará?
Le dejé este «regalo» a Raúl Cimas en su camerino.
Es mi humilde contribución a una carrera intachable. Una imagen para la historia que, a buen seguro, sus descendientes mirarán con inquietud dentro de muchos años.
Cuando se juntan unos cómicos desaprensivos para preparar un atraco y todo sale mal (o sea bien).
¡Será por proyectos!
Creo que podría funcionar una línea de camisetas ilustradas con celebridades al viento. Empezaríamos con Dyango. Famosos en moto (sin casco, con perdón) para captar esa pequeña deformación que te produce la velocidad. Yo lo encuentro muy gracioso. Se lo he comentado a Cimas y dice que él lo ve, lo cuál no sé si es bueno o menos bueno. Coronas ha dicho: «sí, sí. Y la cara así bien grande».
Ya les iré informando. Es lo que tiene ser un «entrepeneur». ¿Se escribe así?