Silbando a trabajar

Jueves, 31 de mayo de 2012

Escribo estas líneas sin saber exactamente el nivel de silbidos que se escuchó en la final de Copa, cuando sonó el himno español. Hablo de la Copa del Rey sin Rey. Una Copa sin Esperanza, la presidenta, que a pesar de vaciar un bidón de gasolina sobre los ánimos de las dos aficiones, se quedó en su casa. Quizá se quedó pendiente del teléfono, esperando que le digan a cuánto asciende el agujero de Bankia. Si es que alguien lo sabe, claro. Yo haría una porra entre los contribuyentes. Y de regalo, una cadenita de esas con las que los bancos ataban los bolígrafos. Ataban los bolígrafos con cadenita y los perros con longanizas. Y ahora se habla de un gran banco nacional formado de bancos rescatados. Un banco patera.

Fútbol inflamado, economía en ascuas, mundo recalentado… Según dicen, Pep Guardiola planea irse con su familia a pasar un año sabático a Nueva York. Quizá allí sí que vayan silbando a trabajar. Aquí vamos sobrados de enanos (porque nos han crecido los enanos), pero solo se silba en los estadios contra una realidad que nos incomoda. Lo de ir a trabajar ya es una suerte reservada para muy pocos.

«El Berenjenal» en Interviú.

El príncipe

Viernes, 11 de mayo de 2012

Príncipe de una monarquía desconocida, esperando a ser besado para recuperar su forma humana. De momento espera sentado, lo que explicaría la delicada situación que atraviesan las relaciones entre la monarquía y la ciudadanía.

El cachondeo real

Jueves, 26 de abril de 2012

El cachondeo (reacciones críticas y divertidas) que ha generado la lesión del Rey en su cacería es proporcional a su omnipresencia en la sociedad española. Casi todo el mundo ha hecho, ha escuchado, ha tuiteado o ha dado difusión a una chanza sobre el tema. En la calle, en las redes, en los bares, en las casas, en las oficinas del paro… En todas partes, vamos. ¿Había ganas? Seguramente.

Miren, yo no sé casi de nada. De lo poco que tengo unos cuantos conocimientos es de comedia y no recuerdo que una cadera rota diera tanto juego. También recuerdo cuando, en este país, los chistes sobre la monarquía eran algo así como un atentado al Estado de derecho. No era verdad. Hablaba nuestro miedo, nuestra falta de práctica, los años de oscurantismo humorístico y todas esas cosas nocivas para la salud mental de un país. Todo eso ha cambiado un poco. Ahora, un soplo de republicanismo recorre las calles de un país con las tuercas apretadas, las tijeras de los recortes afiladas y la paciencia evaporándose como un vaso de agua al sol. El Rey pidió perdón en un vídeo casi doméstico (calculadísimo) y ya circulan bromas también sobre eso. Bendito contagio el del humor que nos ayuda a soportar lo que no entendemos o lo que no estamos dispuestos a entender.

«El Berenjenal» en Interviú.

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