Les dije a estas señoras en Madrid: «Pongan buena cara que vamos a salir en la prensa». Y tenía razón. Puedo ver en la cara del fotógrafo, cuando «tiene» la foto que van a publicar. Es una cara como de alivio. Son muchos años.
Lo sabía
El gran Nebreda
A ver, si entre una cosa y la otra, se me va a olvidar recomendar el libro antológico que los de El jueves le han dedicado con toda justicia a Óscar Nebreda. Uno de los grandes. Un papa laico del humor. Un gamberro profesional con aspecto de Santa Claus después de una mala noche que ha escrito y dibujado lo mejorcito del humor gráfico de los últimos años.
Nebreda es un señor que se jugó el pellejo con El papus, cuando España todavía no había ventilado la habitación cerrada del franquismo. Contra ese aroma rancio, dibujó Nebreda. Es el observador más sagaz del país. Se queda con todo (su debilidad/perdición es el Barça) y luego esa «verdad» aparece en sus viñetas. Dense una vuelta, de paso, por www.eljueves.es y comprueben el buen momento de salud de la revista, de sus compinches, de ese «milagro» que sale cada semana, a pesar de la apatía reinante.
Hiperactividad
Me han hecho una entrevista/test en El Periódico de Catalunya, con motivo del libro y esas cosas. Luego me piden un dibujito de los míos. Decido retratarme en plena hiperactividad que es como me siento últimamente.
Hay un montón de cosas por hacer y los días solo tienen 24 horas. Esto último es un fallo evidente. Deberían ser adaptables a tus necesidades. ¿Que estás que te sales de ideas? Pues los días deberían ser de 34 o 35 horas. Pero, ojo, también al revés. ¿Que el día pinta mal y te sientes perro? Pues cortito y a por otro. Con cinco horas tendríamos suficiente.
Lo de la rivalidad
Me piden un artículo los del diario Público con motivo del Madrid-Barça. Les digo que paso bastante del fútbol. «No, no. Sobre la rivalidad entre ciudades». «Vale».
Mandé estas lineas:
«No puedo hablar de la rivalidad entre Barcelona y Madrid porque no creo en ella. Creo en la complementaridad, en la suma y en el enriquecimiento. Lo de la pugna entre ciudades nos sirve para echarnos unas risas tomando unas cervezas, pero no se ajusta a la verdad. Toda la gente inteligente que conozco ama las dos ciudades, sabe disfrutar las diferencias y valora la personalidad de cada una.
En toda mi carrera, jamás he encontrado problema alguno por el hecho de vivir y trabajar en Barcelona. Diría que incluso al contrario. Así de fácil fue, por ejemplo, la decisión de emitir nuestro programa desde casa. Lo propuse, se aceptó y ya está. En aquel tiempo pensé: «¿Por qué pueden hacerlo otros países, -USA por ejemplo- y no pasa absolutamente nada?». Los Angeles-New York, Barcelona-Madrid. ¿Dónde está el problema? Bueno, en honor a la verdad, debo reconocer que se pierde presencia en el meollo empresarial, artístico, político y de gestión general que goza Madrid. Pero gano en libertad y tranquilidad. No saben el placer que produce no tener que acudir a ninguna fiesta, ni compromiso indeseado. Gozo de la distancia que necesitamos los cómicos para reírnos de todo/todos. Conozco a menos famosos pero puedo vivir sin notarlo.
Madrid y Barcelona se necesitan. Tendría que haber cuarenta Aves y cincuenta puentes aéreos. Viajar cura todos los males, acerca a la gente, elimina suspicacias y yo diría que hasta adelgaza.»
El genio de Monzó
La genialidad de Quim Monzó, está fuera de toda duda. Y, como tal, siempre puede sorprenderte. Cuando me dijeron que era un fan de Rodolfo, me alegré un montón. Me alegré ante la posibilidad de volver a contactar con él y disfrutar de su ironía, de la verdad que lanza a borbotones, de ese surrealismo cultivado, de esa seriedad contracultural y, en definitiva, del gamberro que vive en su interior. Cuando vino el martes al programa, me recordó al Monzó de su época gloriosa en Tv3, allá por el año 93. Ha llovido (poco) desde entonces, pero Monzó sigue tan libre e inclasificable como siempre. O más. Encima escribe como pocos y opina cada día en La Vanguardia. Un verdadero lujo para la «apalacanada» Catalunya. Fue un placer reencontrarme con él.