Por fin un economista que duda, que escucha, que reconoce los errores de su gremio, que reivindica el arte de dialogar aunque se piense lo contrario. Porque en el debate está el crecimiento y en el respeto un mundo mejor, más habitable, más justo que buena falta hace.
Juan Torres pasó por «Late Motiv» dos semanas después de abandonar un plató donde el grito actuado, la acusación ruidosa están perpetuando esos malditos esteretipos tan nuestros, tan odiosos. Un teatrillo de antagonistas que no va a ninguna parte. Ese disparar al discrepante sin el menor atisbo de vergüenza solo buscando la atención y la audiencia, es sonrojante.
A la economía le hace falta más vergüenza, más dignidad, más independencia y objetividad. Bueno, en realidad, todos necesitamos eso y lo buscamos cada día.
Qué buena cara se te queda cuando las cosas salen bien. Y mucho más cuando «la cosa» es un pedazo de reto: sacar un show grande de su plató habitual y llevarlo a un teatro. Casi sin ensayos ni pruebas. Confiando en la profesionalidad de un equipo impresionante, espoleado por la ilusión y confiando en un buen público, en este caso Barcelona.
Y salió bien. Bien no, muy bien. Y no se imaginan la ilusión que nos hizo. Durante los tres días en Barcelona una emoción muy especial marcó todos los momentos televisivos que vivimos. Todos. Cuando esto sucede (que no es fácil) te sientes especial y afortunado. Así lo vivimos. Quiero volver a agradecer al equipo su pasión y entrega, a los invitados todo su apoyo y al público esa manera de decirnos que nos quieren. Lo que yo quiero es volver a salir y hacer televisión ante miles de personas. Vibrar y disfrutar con ellos y para ellos. Reír, emocionarnos, con buenos invitados y música en directo. ¿Quién no quiere eso?
Queríamos que viniera Bob Dylan al programa para hablar de lo del Nobel. Le llamamos pero no nos cogía el teléfono. Claro. No se lo coge a la Academia, nos lo va a coger a nosotros. El caso es que me acordé de Pablo Carbonell y le llamé.
Estaba en Valencia con sus actuaciones. Me dijo que no me preocupara, que el tenía la manera de conseguir que Dylan viniera. ¿¿¿Cómo??? Nunca subestimo a Pablo pero esta vez me pareció demasiado. Confié en él (como siempre) y no me decepcionó. ¡¡¡Es lunes por la noche, ahí esta Bob Dylan!!! Quizás con un aspecto más parecido a Marlon Brando pero ya se sabe que los famosos cambian mucho en persona. Se calzó su sombrero de picador, su guitarra y habló cantando. Que no quiere el Nobel, dice. Luego se fue por donde había venido. Y todos tan contentos. Gracias Pablo.
Se lo dije nada más verlo: «no sabe lo importante que es para nosotros, para todos, que haya aceptado venir». Y luego me vine a arriba: «usted es como el Papa de la televisión. Su presencia aquí nos bendice». No sé de dónde saque el símil religioso. Serían los nervios, seguro. Porque estábamos nerviosos y emocionados. Era una tarde-noche muy especial. Nuestro equipo de producción consiguió lo que parecía imposible: que Chicho Ibáñez volviera a la tele un rato.
Llegó una hora antes y aceptó esconderse para sorprender a J. Bayona. El director venía a presentar «Un monstruo viene a verme» y no tenía la menor idea de que él mismo iba a «gozar» de esa experiencia a través del propio titulo de la peli. De repente, Bayona se convirtió en niño y el monstruo —sabio, enorme— era Chicho.
Cuando entró en el plató todo cambió y eso solo lo consiguen las leyendas. Nuestra emoción, la sensación de que aquello era único, era el reflejo emocional de toda una generación (o varias) que quería agradecer a Chicho su inmenso legado. Y así lo hicimos. Nos adaptamos a su tempo, congelamos las prisas, abrimos las orejas y gozamos de su presencia. A pesar de sus limitaciones, Chicho conserva la ironía, la rabia y las ganas. Confesó que le quedan muchas cosas por hacer y que gozó de su época a pesar de la responsabilidad de reinventarse cada semana.
Todos somos hijos de Chicho. Los del cine de misterio y los de la tele. Espero que pudiéramos comunicarle eso, que se sintiera a gusto. Me confesó su hijo, mediador y conseguidor de la visita, que se quedó con ganas. Pues oye, a por otra. Un especial si hace falta. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para conseguir que la «bendición» no cese. Fue una de las noches más bonitas que he vivido en televisión.